Un derrame de crudo de grandes proporciones ha afectado a la provincia de Talara, contaminando cinco playas y dejando a más de 1.500 pobladores en una situación crítica. El distrito de Lobitos, conocido por su actividad pesquera y turística, enfrenta una crisis económica sin precedentes.
El alcalde de Lobitos, Ricardo Bancayan, expresó su indignación al describir la devastación medioambiental provocada por el hidrocarburo que proviene de un terminal submarino de la refinería de PetroPerú. La playa más afectada, La Capullanas, ha visto cómo su belleza natural se convierte en un escenario de desastre.
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La comunidad, que depende en gran medida del mar para su sustento, se encuentra en una situación alarmante. La pesca y el turismo son las principales fuentes de ingresos, y las pérdidas económicas se estiman como incalculables. Las cuevas de La Capullanas, declaradas Patrimonio Cultural de la Nación, también han sufrido las consecuencias del derrame.
El percebes, un crustáceo fundamental en la gastronomía de Lobitos, se ha convertido en un símbolo del impacto económico del derrame. La pesca de este producto, que se realiza en una hora y se vende a 30 soles por kilo, es una actividad que ahora se ve amenazada. Los pescadores, que tradicionalmente han dependido de esta actividad, enfrentan un futuro incierto.
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Jorge Periche, presidente de la Asociación de Pescadores de Lobitos, enfatizó la gravedad de la situación: “Este es un atentado contra la fauna y el ecosistema marino. ¿De dónde saldrá la canasta familiar de estos señores que se dedican a la extracción de mariscos de las playas?” La comunidad exige indemnización y justicia por los daños sufridos.
Rony Espinoza, guía turístico en la zona, también se ve afectado por la tragedia. Con la ropa cubierta de arena y restos de petróleo, se prepara para una jornada de limpieza. “En un día normal hago dos viajes hacia las cuevas, trasladando a siete personas a las que les cobro 10 soles. En las cuevas el petróleo está empozado”, lamenta. La actividad turística, que había comenzado a recuperarse, ahora enfrenta un golpe devastador.
La comunidad de Lobitos, unida en su dolor, clama por una respuesta contundente de las autoridades. Tanto el alcalde como los ciudadanos piden sanciones severas para los responsables del derrame, ya que la vida de decenas de familias pende de un hilo. La pérdida de su principal fuente de trabajo, el mar, representa una amenaza inminente para su futuro.
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