En el núcleo de Navarra, la tierra se adorna con escenas que parecen infinitas y las aldeas se manifiestan con una gracia innata que envuelve las pendientes. Dentro de este escenario mágico, surge Olite, un sitio que fusiona un impresionante pasado medieval con una costumbre vinícola que tiene sus raíces en siglos. Este lugar, situado en un diminuto cerro y bañado por las aguas del río Cidacos, traslada a los turistas a una era de monarcas, castillos y viñedos.
Indudablemente, el majestuoso Castillo-Palacio Real de Olite es el núcleo del pueblo. Encargado a finales del siglo XIV por Carlos III de Navarra, su arquitectura es una sinfonía de torres de almenadas, torreones circulares y elementos góticos que recuerdan las páginas de una narración medieval. En 1925, el castillo fue declarado Monumento Nacional, ocupando un tercio del casco urbano medieval y funcionando como un portal hacia la historia de la zona.
Recorrer sus jardines internos, pasear por sus torres y admirar las panorámicas desde sus alturas permite revivir los tiempos en los que los reyes navarros celebraban festejos y administraban sus territorios. Su proximidad con la iglesia de Santa María la Real, que la realeza emplea para ceremonias solemnes, fortalece la relación entre poder y fe que distingue a Olite.
El casco antiguo de Olite se asemeja a un laberinto de vías adornadas con escudos militares, arcos de estilo gótico e iglesias de larga antigüedad. El Palacio del Marqués de Rada, con su ornamentada fachada, es solo una muestra del patrimonio histórico que persiste en esta villa de la Edad Media.
Los vestigios del muro amurallado, originario de Roma, se fusionan con las construcciones medievales, generando un lugar donde cada esquina narra una historia. Los pormenores arquitectónicos incitan a parar, ya sea para contemplar una gárgola, una ventana ojival o los tonos cálidos que la piedra adopta al ocaso.
Si el castillo representa el espíritu de Olite, el vino representa su esencia. La región es reconocida como uno de los núcleos del vino navarro, con una tradición vinícola que se origina en el primer siglo antes de Cristo. Durante la época medieval, el cultivo de vid era predominante, transformando a Olite en un núcleo central del comercio del vino.
El Museo del Vino de Navarra, ubicado justo enfrente del castillo, proporciona una profunda introspección en esta abundante historia. Los visitantes tienen la oportunidad de aprender acerca de los métodos de cultivo y producción que han progresado a través de los siglos, además de catar los magníficos vinos de la Denominación de Origen Navarra, reconocidos por su armonía y excelencia.
Actualmente, Olite continúa siendo un destino que fusiona de manera ideal historia, cultura y cocina. Sus celebraciones, tales como las Fiestas Medievales, recrean la magnificencia de antaño con mercados, atuendos típicos y actividades que implican a toda la comunidad.
La propuesta culinaria es otra de sus fortalezas. Los vinos autóctonos se combinan perfectamente con platos típicos como el cordero al chilindrón, los espárragos de Navarra o las alcachofas con jamón. Todo esto convierte a Olite en un lugar no solo para descubrir, sino también para degustar y rememorar.