Toda puerta es un símbolo, como punto de tránsito entre la realidad interior y exterior, un eje que ha inspirado a menudo a grandes genios de la pintura como Diego Velázquez o del cine como John Ford en algunas de sus mejores obras. De todos modos, y aunque toda puerta tenga su propia metáfora, hay algunas que alcanzan niveles extraordinarios de hondo sentido. Es el caso, dada su carga simbólica, de las puertas de cualquier templo religioso, y más si se trata de un edificio tan cargado de historia como lo es la Mezquita-Catedral de Córdoba. Los accesos al gran monumento medieval cordobés, tanto al Patio de los Naranjos como al edificio en sí, suponen un tránsito muy sugestivo desde lo ruidoso y mundano hacia lo espiritual y silencioso. Quizá por eso mismo, y porque también son un anticipo a la maravilla a la que se accede y una muestra del poder y la pujanza de cada periodo , acumulan su propia historia y sus anécdotas, muchas de las cuales se están divulgando en los últimos años en el contexto del amplio proceso de restauración de las mismas que está ejecutando el Cabildo Catedralicio. La última es ser intervenida, y que se ha reinaugurado esta misma semana tras una larga etapa oculta bajo un aparatoso andamio, es la Puerta de San Sebastián, la más antigua del inmueble y situada en su fachada occidental, con acceso desde lo que hoy es la calle Torrijos. Construida inicialmente en el siglo VIII, daba acceso a la primitiva sala de oración del edificio y también fue conocida como Puerta de los Visires . De gran belleza arquitectónica, su mayor particularidad es la histórica, ya que cuenta con una inscripción musulmana que está fechada en el año 241 de la hégira o, lo que es lo mismo, en el año 835 del calendario cristiano. Dos años de trabajos han permitido que esta puerta histórica vuelva a ofrecer la majestuosidad de sus años cimeros. Tras la construcción de esta puerta inicial de Los Visires, la Mezquita se fue plagando de nuevos accesos conforme iba creciendo en dimensiones por las diversas ampliaciones, y como respuesta a las necesidades de cada momento histórico. También del siglo VIII, aunque de sus postrimerías, es la Puerta de los Deanes, muy cercana a la de San Sebastián y también ubicada en el flanco occidental. Su nombre actual es de origen católico y se debe a que es el acceso que los nuevos deanes utilizaban para ingresar en el templo el día en el que tomaban posesión de su cargo. De ese muro de poniente, también destacan otras entradas como la de los Obispos, que data del emirato de Abderramán II, o las que se construyeron en la ampliación de Alhakén II , como son por ejemplo la del Espíritu Santo, la de San Pedro o la de San Ildefonso. Singular de ese mismo periodo es la Puerta del Sabah, que comunicó la Mezquita con el Alcázar musulmán durante siglos y que era la que utilizaban los califas y sus familiares para acceder al templo. Más reciente es el Postigo de la Leche, que diseño Hernán Ruiz I a comienzos del siglo XVI. La fachada Norte de la Mezquita, lindera con la calle Cardenal Herrero, cuenta con una de las puertas más espectaculares del edificio, la del Perdón, construida en el siglo XIV bajo reinado de Enrique II de Castilla y que compone un conjunto singular con la torre, viejo minarete restaurado por Hernán Ruiz III. De estilo mudéjar , fue reformada en siglos posteriores con la participación de personajes singulares como el arquitecto Sebastián Vidal o el gran pintor cordobés Antonio del Castillo. Esa fachada se completa con la Puerta del Caño Gordo , situada junto a la Virgen de los Faroles y que da acceso a la fuente interior del mismo nombre, a la que durante muchos años, y antes de que llegase el agua corriente a los domicilios, acudían vecinos del barrio para llenar sus cántaros. La otra fachada plagada de accesos es la Este, que tiene en la recientemente restaurada Puerta de Santa Catalina , del siglo XIII, uno de sus vanos más transitados. Se trata hoy de un trabajo de gran espectacularidad renacentista del segundo de los Hernán Ruiz, el más célebre de todos ellos y que ejerció en su vida tanto de maestro mayor de la Catedral de Córdoba como de la Sevilla. Más antiguos que este acceso, y en lo que se refiere a este flanco oriental, son los que se crearon durante la ampliación de Almanzor , siete en total. Muchos de ellos fueron reformados al principio del siglo XX con la labor fundamental del escultor Mateo Inurria y bajo dirección de las obras del arquitecto Velázquez Bosco y en los últimos años han sido de nuevo intervenidas. Hoy todas se conocen por sus nombres cristianos (San Juan, Batisterio, San Nicolás, Concepción…), que aluden a menudo a las capillas y conventos que existían en los aledaños de la Catedral. La fachada oriental la completa en la esquina de González Francés con Cardenal Herrero la Puerta de Grada Redonda , que también ha sido restaurada recientemente y es obra del siglo XVIII y curioso estilo churrigueresco. La colección de accesos se cierra por último con los interiores del Patio de los Naranjos. La Puerta más famosa en este caso es la de las Palmas, también conocida como Arco de las Bendiciones , pues allí se bendecía el pendón real cuando se coronaban los monarcas. Su aspecto monumental también se debe a Hernán Ruiz I, que trabajó en ella en el primer tercio del siglo XVI. Aunque muchas de estas puertas solo se abren en ocasiones señaladas, lo que demuestran es el intenso tránsito que siempre tuvo este edificio y las diferentes fórmulas que se buscaron durante siglos para facilitar el acceso y para dotarlas también de una estética destacada. Hoy, ya muchas de ellas recuperadas, son un atractivo más de la Córdoba histórica, que bien merecen recorrerse y de cruzarse en ese tránsito desde el mundo callejero contemporáneo a ese misterio tan propio, fuera del tiempo, que siempre ofrece al caminante y al viajero la Mezquita-Catedral. Las puertas de la Mezquita, al igual que ocurre en el conjunto del edificio, son fruto del trabajo continuado en el tiempo de numerosos arquitectos y artistas cordobeses. De los pioneros andalusíes no han quedado sus nombres, pero sí de muchos cristianos. Fundamental es el trabajo que en el XVI hizo la saga de los Hernán Ruiz , presente en numerosas de las reformas que se hicieron en ese periodo tanto en el interior como en el exterior del templo. El pintor Antonio del Castillo, gran maestro cordobés del XVII, o el escultor Mateo Inurria, figura de la escultura cordobesa de la Edad de Plata, son otros de los nombres dorados del arte cordobés que aquí dejaron su sello.