Los impuestos bajos, el inglés y una fuerza laboral muy formada han convertido a Irlanda en uno de los países más ricos y con las arcas públicas más llenas de Europa mientras sus vecinos británicos apenas crecen y no tienen recursos para invertir
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Uno de los mayores debates en Irlanda es qué hacer con el dinero público que el Estado tiene ahora “de sobra”. El número de personas empleadas se acerca al récord de tres millones para un país de poco más de cinco millones de habitantes y uno de los más ricos de Europa. Las subidas de precios son inferiores a la media de la zona euro mientras la economía está creciendo más de lo esperado y las perspectivas para 2025 y 2026 son muy buenas.
Al otro lado del mar de Irlanda, el Reino Unido hace equilibrismos para rellenar baches en las carreteras, hacerse cargo de trenes decrépitos y reformar la sanidad pública mientras enfada a empresarios y propietarios por subir impuestos. La fuerza laboral se ha reducido desde la pandemia a un ritmo no visto desde los años 80. Si no fuera por el capital concentrado en Londres, el país sería uno de los más pobres de Europa mientras aumenta la desigualdad y la pobreza. La inflación está entre las más altas de Europa y es la mayor del G-7 mientras la economía lleva dos meses cayendo contra pronóstico y afronta un 2025 con una mejoría modesta y precios altos. El Banco de Inglaterra anunció este jueves que mantiene los tipos de interés en el 4,75% y no se atreve a bajarlos como el Banco Central Europeo y la Reserva Federal por el riesgo que supone la inflación. El Banco de Inglaterra, además, ha cambiado su previsión de crecimiento este trimestre de 0,3% a cero.
Es la historia de dos economías que siguen interrelacionadas, pero que han tomado caminos diferentes. La divergencia entre Irlanda y el Reino Unido sólo se ha acrecentado con el Brexit. La salida del Reino Unido de la UE no ha dañado a la economía irlandesa como se temía por sus relaciones comerciales con el antiguo país dominante, y en algunos aspectos la ha beneficiado.
Desde el Brexit, más empresas grandes, sobre todo del sector financiero, se han mudado del Reino Unido a Irlanda. Entre 2016, el año del referéndum del Brexit, y 2021, al menos 135 empresas de este sector se instalaron en Dublín, según un informe del grupo de expertos New Financial. Entre ellas, se encuentran algunas con marcas históricas asociadas a Londres, como Barclays y Thomson Reuters; otras ya estaban en Irlanda, pero han expandido sus operaciones, como Goldman Sachs, JP Morgan y Bank of America.
La revista británico-estadounidense The Economist, que en 2016 predecía que Irlanda sería el país que más sufriría los efectos del Brexit, dice ahora que la irlandesa es la segunda economía a la que le ha ido mejor en 2024, por detrás de España. Su ranking con 37 países desarrollados considera cinco variables: el PIB, la bolsa, la inflación subyacente, el desempleo y el déficit público. En el caso de Irlanda, el artículo destaca la fuerza del sector tecnológico.
El hecho de que Irlanda sea el único país de habla inglesa dentro de la Unión Europea juega a su favor para multinacionales ya dispuestas a instalarse allí por uno de los impuestos de sociedades más bajos de Europa. Desde finales de los 90 hasta este año ha sido del 12,5% y, tras un acuerdo internacional de la OCDE, lo ha subido a un mínimo del 15% para las grandes empresas. Dentro de la UE, sólo Hungría mantiene impuestos más bajos y la media en la UE es del 21%. En el Reino Unido, el impuesto de sociedades para las compañías con beneficios de más de 300.000 euros es ahora del 25% (en España está a ese nivel pero para empresas con un volumen de negocio de más de un millón).
“Por lo que se refiere a las multinacionales, obviamente se trata de los impuestos bajos, pero algo que también ha beneficiado a Irlanda es que la mayoría de las empresas podrían estar más inclinadas a ubicarse aquí por nuestra pertenencia a la Unión Europea”, explica a elDiario.es Kieran McQuinn, economista del Instituto de Investigación Económica y Social y profesor del Trinity College en Dublín. “Y ahora podemos decir que somos el único país que tiene el inglés como primera lengua en la Unión Europea, lo que sin duda es una ventaja para nosotros”.
También han aumentado los estudiantes de la UE que optan por Irlanda -en 2022 se habían triplicado respecto a 2017- mientras disminuyen en el Reino Unido -a la mitad en el mismo periodo-. En este caso no se trata sólo del papeleo, sino de que ahora los ciudadanos de la UE, con la excepción de los irlandeses, ya no pagan la misma matrícula que los británicos sino la que se cobra a nacionales de otros países, es decir tres veces más.
La llegada de estudiantes a Irlanda se añade a una de las fuerzas laborales más formadas de Europa, en particular en la región de Dublín.
McQuinn cree que es difícil desentrañar el efecto del Brexit del efecto de la pandemia, que en Irlanda empujó en último término el crecimiento por la presencia de dos sectores clave que se han expandido más desde entonces: el de la tecnología -Google, Amazon, Apple, Microsoft o Intel tienen en Irlanda sus sedes europeas y facturan ahí parte sus ingresos globales- y el de las farmacéuticas.
El Producto Interior Bruto per cápita de Irlanda es más del doble que el del Reino Unido. En el caso de Irlanda, este dato está distorsionado por la facturación de las multinacionales y la medida de la riqueza más adecuada es la Renta Nacional Bruta modificada, que se centra en la producción doméstica, pero incluso comparando este ratio per cápita los irlandeses están muy por delante de los británicos.
El efecto del Brexit como freno del crecimiento ya lánguido del Reino Unido se ha agravado mientras se despliegan las nuevas reglas y se refleja en el desplome del comercio con sus principales socios, el desperdicio de recursos en papeleo y la falta de trabajadores en sectores clave.
En este contexto, lo que ha beneficiado a Irlanda es construir una economía más independiente de su vecino, cuya andadura, sin embargo, también preocupa a los irlandeses. “Aunque seamos mucho menos dependientes que hace 20 ó 25 años, todavía hay sectores irlandeses que tienen mucha relación con el Reino Unido, por lo que es importante que la economía británica crezca y sea relativamente fuerte; si la economía del Reino Unido sigue con un desempeño pobre, esto no es positivo desde la perspectiva de Irlanda”, explica McQuinn.
Pero el mayor riesgo para Irlanda viene ahora del otro lado del Atlántico, con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca en enero y la posibilidad de que empiece una guerra comercial y ataque a Irlanda para repatriar parte del negocio de las tecnológicas y otros sectores. El elegido por Trump para ser ministro de Comercio es Howard Lutnick, un inversor de Wall Street que durante la campaña electoral en Estados Unidos apuntó directamente a la isla: “Es absurdo que Irlanda entre todos los países tenga un superávit comercial a nuestra costa”, dijo.
El primer ministro irlandés, Simon Harris, alertó hace unos días de que el Estado podría perder 10.000 millones de euros en ingresos sólo con que tres multinacionales estadounidenses se llevaran parte de su negocio de vuelta a casa por la presión de Trump. “Este es el nivel de riesgo al que estamos expuestos”, dijo Harris.
El temor a que la nueva Administración en Estados Unidos le complique la vida a sus multinacionales en Irlanda es parte del debate ahora del nuevo Gobierno irlandés sobre el uso del superávit presupuestario, que está en niveles récord. Las arcas públicas están llenas entre otras cosas por el pago de más de 14.000 millones de euros en impuestos atrasados de Apple después de una batalla legal de una década. En septiembre, una sentencia del Tribunal de Justicia de la UE le dio la razón a la Comisión Europea, que cuestionaba las ventajas fiscales que el Gobierno irlandés le había dado a Apple.
En todo caso, más allá de estos ingresos “caídos del cielo”, lo que recauda el Estado irlandés con el impuesto de sociedades se ha triplicado desde 2019. Sólo de enero de este año a noviembre, el Estado irlandés ha ingresado unos 35.000 millones de euros con este impuesto, es decir casi un 60% más que en el mismo periodo del año anterior.
El Estado tiene fondos de inversión y el debate es cuánto debería ahorrar pensando en los aranceles de Trump y otros giros del sector tecnológico en particular. El consejo asesor de la fiscalidad en Irlanda, la agencia independiente que vigila el presupuesto, aconseja ahorrar más y considerar estos beneficios como “finitos, de alto riesgo” igual que hace Noruega con el petróleo. “Tenemos buenas perspectivas en los próximos años, pero, dado el envejecimiento de la población y el dinero comprometido, no deberíamos dejarnos llevar demasiado”, dijo el presidente de este consejo, Seamus Coffey, hace unos días.
“Nuestro vigilante presupuestario nos lleva años advirtiendo… Los ingresos de los impuestos no están relacionados con el trabajo que hace la gente en la economía irlandesa”, escribe Liz Carolan, periodista especializada en tecnología y política y autora del boletín The Briefing. “Tenemos una economía construida por contables, literalmente… Los ministros de Economía que han construido este modelo eran contables, abogados o ambos. Pero la contabilidad no es economía”.
El superávit presupuestario tiene, además, que atender algunos de los problemas exacerbados por la presencia de las multinacionales de tecnología y farmacia. De hecho, según destaca McQuinn, el economista, los fondos extra para el Estado también “deberían usarse para abordar algunos problemas de infraestructura clave que existen actualmente en la economía, ya sea vivienda, transporte, o energía”.
La vivienda, en particular, centra el debate público por el encarecimiento y la competencia por el espacio dado el flujo de trabajadores de grandes multinacionales estadounidenses con sueldos altos.
Cómo facilitar el acceso a la vivienda, de hecho, ha sido uno de los centros de atención de la campaña electoral de las elecciones de noviembre, que volvió a ganar el partido tradicional de centro-derecha, Fianna Fáil. El grupo seguirá gobernando en coalición con otro centrista, Fine Gael, y alguno más pequeño a la izquierda como el laborista o el socialdemócrata. La vivienda es central para el acuerdo. El gasto público anual en Irlanda es ahora uno de los más altos de la UE, pero siguen necesitando decenas de miles de viviendas más.