La inminente posibilidad de un “shutdown” del gobierno de EE. UU. genera preocupación entre los viajeros, quienes podrían enfrentar demoras significativas en los aeropuertos durante la semana de Navidad. Con más de 40 millones de pasajeros esperados, la situación se torna crítica si el Congreso no logra un acuerdo presupuestario.
Las autoridades de transporte han alertado sobre las consecuencias que un cierre administrativo podría acarrear, a pesar de que los empleados esenciales, como los de la Administración de Seguridad del Transporte (TSA) y los controladores de tráfico aéreo, seguirán trabajando sin remuneración. La falta de pago podría resultar en un aumento de ausentismo y, por ende, en mayores retrasos y cancelaciones.
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La TSA estima que entre el 19 de diciembre y el 2 de enero, más de 40 millones de pasajeros se desplazarán por los aeropuertos de EE. UU., lo que representa una de las temporadas de viajes más activas de la historia. Carter Langston, portavoz de la TSA, indicó que, aunque el personal está preparado para manejar el volumen de viajeros, un cierre prolongado podría resultar en tiempos de espera más largos en los aeropuertos.
En 2019, un cierre gubernamental de 35 días dejó en evidencia las complicaciones que pueden surgir en situaciones similares. Durante ese periodo, la falta de pago llevó a un aumento en las ausencias de empleados esenciales, lo que provocó severas interrupciones en aeropuertos como LaGuardia, Newark, Filadelfia y Atlanta. La Administración Federal de Aviación (FAA) se vio obligada a reducir la velocidad del tráfico aéreo, lo que incrementó las demoras en los puntos de control de seguridad.
El secretario de Transporte, Pete Buttigieg, ha advertido que un nuevo cierre podría tener efectos similares o incluso peores que los experimentados en 2019. La FAA ya enfrenta una escasez crónica de controladores aéreos, lo que complica aún más la situación en áreas congestionadas como Nueva York y Washington D.C. Un cese de actividades podría paralizar la capacitación de 1.000 controladores, afectando la gestión del tráfico aéreo a largo plazo.
David Pekoske, administrador de la TSA, también ha expresado su preocupación, señalando que un cierre prolongado podría resultar en tiempos de espera más largos en los aeropuertos. Los empleados esenciales, que trabajan sin paga durante estos periodos, enfrentan dificultades financieras que incrementan los niveles de ausentismo, lo que podría agravar aún más la situación en los aeropuertos.
La incertidumbre política añade un nivel adicional de preocupación. Las negociaciones en el Congreso se encuentran estancadas tras el rechazo de los demócratas a un nuevo proyecto republicano liderado por el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson. A pesar de contar con el respaldo del presidente electo Donald Trump y de Elon Musk, la propuesta ha sido calificada como “risible” por el líder demócrata Hakeem Jeffries.
Los republicanos necesitan alcanzar un acuerdo antes del sábado para evitar que casi un millón de trabajadores federales queden sin sueldo durante las festividades. Las repercusiones de un cierre no se limitarían a los aeropuertos; las agencias federales podrían cerrar, programas sociales quedarían suspendidos y parques nacionales permanecerían inaccesibles, afectando a millones de ciudadanos.