(*) Por Wallid Muaqqat, embajador de Palestina en Perú
Cada día que pasa, el genocidio en Gaza se lleva más vidas, más sueños, más historias humanas. Miles de niños, mujeres y hombres caen víctimas de una violencia israelí que parece no tener fin, mientras la comunidad internacional permanece indiferente, como si la tragedia palestina fuera un asunto ajeno a la responsabilidad global.
Más de 45.000 palestinos han sido asesinados en 438 dias que lleva el genocidio sobre el pueblo palestino. Y este número oficial ha quedado congelado debido a la dificultad en torno a contar los fallecidos reales. A mitad de este año la prestigiosa revista científica The Lancet en un estudio estimaba conservadoramente la cifra en más de 186.000 fallecidos. Esto sumado a más de 1,5 millones de personas desplazadas internamente, mientras hospitales, escuelas, iglesias, mezquitas y viviendas se reducen a escombros.
Este genocidio, por su naturaleza y magnitud, no es un accidente ni una consecuencia de un conflicto aislado: es un crimen sistemático que tiene como objetivo la destrucción física y cultural del pueblo palestino. Sin embargo, la verdadera tragedia radica en la inacción de la comunidad internacional, que no solo permite que continúe el sufrimiento, sino que también socava los principios de justicia y equidad sobre los cuales se debería fundamentar el orden internacional.
El pasado mes de mayo, llego, pero tarde la decisión de la Corte Penal Internacional(CPI) en emitir las órdenes de arresto contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu y el ministro de Defensa, Yoav Galant, por los crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad que han cometido en Gaza, usando el hambre como arma de guerra, prohibiendo el ingreso de la ayuda humanitaria, asesinando intencionalmente a los civiles y desplazando forzosamente a los palestinos de Gaza.
La justicia es el único camino para lograr la paz y esta resolución refleja un rechazo internacional a los crímenes de guerra israelíes en curso y la voluntad de enfrentarlos mediante los mecanismos legales. Pero es importante que todos los Estados cumplan con sus obligaciones según el Estatuto de Roma en promover el cumplimiento de estas órdenes ya que el tribunal depende de la cooperación y la acción de sus países miembros para llevar al cumplimiento estas órdenes.
El periódico israelí Haaretz en su editorial sobre Gaza titulado Hambre, crimen, persecución afirmaba que “las órdenes de la CPI reflejan la baja moral sin precedentes de Israel”. Una baja moral que solo se explica por las décadas de impunidad que ha gozado Israel para hacer lo que quiere contra el pueblo palestino. Esa impunidad que se mantiene a pesar de la contundente y unánime decisión de los magistrados de la CPI. Impunidad que algunos países de occidente a pesar de todos los hechos, aun le siguen otorgando a Israel y que se ha visto reflejado en los sucesivos vetos contra resoluciones de alto el fuego y el ingreso de la ayuda humanitaria a Gaza. Resoluciones que hubiesen podido evitar la muerte de miles de víctimas, en su abrumadora mayoría niños y mujeres.
En lugar de actuar de acuerdo con los principios del derecho internacional y los derechos humanos, las potencias globales han mantenido una postura de indiferencia y de apoyo explícito a Israel. Estados Unidos, ha proporcionado apoyo militar y político sin condiciones. Que decir de la vergonzosa posición alemana que no ha aprendido de su propia historia y vuelve apoyar otro genocidio, mientras que la Unión Europea, a pesar de su retórica en favor de los derechos humanos, ha preferido no desafiar las políticas de Tel-Aviv y mantener un silencio cómplice.
La inacción frente al genocidio en Gaza no solo refuerza la impunidad de Israel, sino que también mina la credibilidad y la efectividad de la comunidad internacional. Para el Sur Global, que ha luchado por décadas contra las injusticias coloniales, la desigualdad y la violación de derechos, la falta de respuesta ante Gaza es un golpe mortal a la confianza en un sistema que debe garantizar la justicia. Si las potencias occidentales, con su poder económico y militar, pueden actuar impunemente sin rendir cuentas, ¿qué esperanza queda para los países en desarrollo que enfrentan la opresión, la explotación o el intervencionismo extranjero? Este doble rasero debilita las instituciones internacionales y socava los principios que deberían haber sido universalmente aceptados.
Es imperativo que la comunidad internacional, especialmente las potencias occidentales, pongan fin a su complicidad y adopten medidas concretas para garantizar la paz y la justicia para el pueblo palestino. No basta con condenar las acciones de Israel en declaraciones vacías; es necesario actuar con firmeza, imponiendo sanciones y tomando medidas diplomáticas efectivas. Un sistema internacional que respete el derecho internacional debe ser coherente, justo y responsable. La inacción ante el genocidio en Gaza es una afrenta a esos principios y una amenaza para todos aquellos que buscamos vivir en un mundo más justo. No podemos permitir que la inacción siga siendo la norma, porque un mundo que tolera el genocidio está condenando a toda la humanidad a un futuro sin justicia ni paz.