Panamá honró este viernes a las víctimas de la invasión estadounidense de 1989, que sacó del poder al dictador Manuel Antonio Noriega y abrió una herida que todavía no cicatriza.
"Nos reunimos en este día de duelo nacional para conmemorar un día triste e histórico para el pueblo panameño", dijo el canciller Javier Martínez-Acha en una ceremonia en el Cementerio Jardín de Paz.
Una bandera tricolor panameña ondeaba a media asta entre las filas de pequeñas placas de mármol sobre el césped que cubre las tumbas de decenas de caídos en la invasión del 20 de diciembre de 1989, entre ellos el niño Tomás Palacios, de 10 años.
Unos 27.000 militares estadounidenses irrumpieron en el país, apoyados por aeronaves de combate, tanques y artillería pesada.
Unas 500 personas murieron en la invasión, según datos oficiales, pero la cifra aún genera controversias, pues hay quienes afirman que fueron muchos más.
Entre los muertos figuran unos 200 civiles, muchos de ellos vecinos del barrio El Chorrillo, próximo al cuartel general de las Fuerzas de Defensa de Noriega, que fue bombardeado por tierra y aire.
Muchos panameños aplaudieron la invasión porque terminó con una dictadura militar de dos décadas y abrió la puerta a elecciones democráticas periódicas.
En 2022 el Congreso panameño declaró el 20 de diciembre como Día de Duelo Nacional, satisfaciendo una vieja demanda de las familias de las víctimas y de entidades de derechos humanos.
"Este duelo debe mostrar la resiliencia de todos los panameños para encontrar en armonía las soluciones a nuestros problemas", dijo Martínez-Acha, quien destacó que "la invasión del 20 de diciembre marcó profundamente la historia del país".
Para miles de soldados invasores solo se trató de cruzar una avenida desde la Zona del Canal, un enclave estadounidense dotado de una quincena de bases militares, pero también hubo desembarcos de tropas llegadas en buques de guerra.
Las fuerzas norteamericanas aplastaron velozmente a los soldados y milicianos leales a Noriega.
Luego de colaborar durante años con la CIA, Noriega terminó siendo reclamado por la justicia norteamericana por narcotráfico.
Tras la invasión, Noriega se refugió en la Nunciatura, pero se entregó el 3 de enero de 1990. Luego estuvo preso por tráfico de drogas, blanqueo de dinero y desaparición de opositores en Estados Unidos, Francia y Panamá, donde murió en 2017.
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