La plaza más trastero de España, mil veces reformada, agobiada siempre de publicidad y de chismes; y la Casa de Correos, con esa fachada-tablón de facultad donde cualquiera puede colgar lo que le plazca, pero cuidado no vayamos a poner un azulejito que recuerde a los detenidos y torturados por la policía franquista
Entiendo perfectamente que el gobierno madrileño no quiera colocar una placa en la Puerta del Sol en recuerdo de las víctimas del franquismo detenidas, torturadas o asesinadas en la antigua Dirección General de Seguridad. Lo entiendo, y no hace falta buscar razones políticas, históricas, legales o de competencias, pues la explicación es más simple: ¡es que no cabe un chisme más en la plaza!
Pensamos que el PP de Ayuso tontea con el franquismo, o que busca confrontar otra vez con el gobierno central, cuando en realidad es una cuestión de pura física: no hay sitio, no cabe. Date una vuelta por Sol y me cuentas dónde pones una placa. Entre mobiliario urbano, fuentes, kioscos, farolas, marquesinas, bancos antimendigos, Carlos III a caballo, el oso y el madroño, la Mariblanca, el Kilómetro Cero, la estación de Cercanías, la Patrulla Canina repartiendo globos, estatuas vivientes, espectáculos callejeros, colas de cualquier cosa, fachadas cubiertas por lonas publicitarias, el escenario que siempre hay para celebrar lo que sea, la carpa para cualquier evento, grupos musicales actuando, predicadores religiosos … ¡Que no hay más sitio! No caben ni árboles, por eso no pusieron en la última reforma.
Y lo mismo pasa con la fachada de la Casa de Correos, donde supuestamente iría la placa. No cabe, se pongan como se pongan las víctimas. Aparte de las tres placas que ya ocupan pared (en recuerdo de los héroes del 2 de mayo de 1808, las víctimas del 11M y los fallecidos en la pandemia), la fachada siempre está llena de trapos colgados, no hay día del año en que la veas despejada: las 22 banderas de países americanos cuando la Hispanidad, la de Europa en el día de Europa, las de los clubes de fútbol locales cuando ganan algo (camisetas gigantes incluidas, que tapan más), pancartas para recordar a víctimas del terrorismo, lonas para celebrar al rey Felipe o en apoyo de un opositor venezolano, carteles por la Copa Davis, y cualquier colgajo que recuerde un aniversario y tape un rato los balcones, además del mapping y el espectáculo navideño de luces. De verdad, ¿dónde van a poner una placa, si esa fachada parece la puerta de mi nevera con dibujos de mis hijas, imanes de viajes y folletos de comida a domicilio? Es muy creíble que el gobierno madrileño quiera proteger el edificio y recurra a cualquier treta para impedir la placa.
Así es: la plaza más trastero de España, mil veces reformada, agobiada siempre de publicidad y de chismes; y la Casa de Correos, con esa fachada-tablón de facultad donde cualquiera puede colgar lo que le plazca, pero cuidado no vayamos a poner un azulejito que recuerde que durante cuatro décadas allí se detuvo a mujeres y hombres por motivos políticos, se les interrogó con dureza, se les maltrató y torturó, y algunos acabaron “saltando” por la ventana o sufriendo una “parada cardiorrespiratoria” tras una sesión con los muchos Billy el Niño que allí tuvieron plaza.
Ahora en serio: no cabe. Por grande que sea el edificio de la Casa de Correos, no habría pared suficiente para una placa que incluyese los nombres de todos los que pasaron por allí: miles de mujeres y hombres antifranquistas, trabajadores, estudiantes, militantes, líderes políticos y sindicales, pero también delincuentes comunes, quinquis, “vagos y maleantes”, todos los que acabaron un día en sus dependencias y calabozos, y conocieron en carne propia los métodos represivos de la dictadura, y todavía en los primeros años de democracia en que los mismos policías franquistas seguían actuando. Honor y memoria para todos ellos.