Chrystia Freeland, considerada pieza clave en el Gobierno de Canadá, ha dimitido de sus cargos como ministra de Finanzas y viceprimera ministra de Justin Trudeau
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Con su popularidad cayendo en picado y entre temores crecientes por las consecuencias de una segunda presidencia de Donald Trump, la inesperada dimisión de la viceprimera ministra de Canadá, Chrystia Freeland, pone en entredicho el futuro político de Justin Trudeau.
En el terremoto político desatado en Ottawa por la repentina salida de Freeland, que ocupaba la cartera de Finanzas, políticos de otros partidos y hasta del partido del primer ministro están pidiendo la dimisión de Trudeau.
En su mordaz carta de dimisión, Freeland parecía cuestionar este lunes la capacidad de Trudeau para hacer frente al agresivo nacionalismo económico del “America First” de Trump. “Los canadienses no están seguros de que estemos comprendiendo la gravedad del momento”, añadía en referencia a la amenaza de Trump de poner aranceles del 25% a todos los bienes y servicios provenientes de Canadá.
Para los analistas políticos, la carta de dimisión es el principio del fin para Trudeau y una advertencia para otros países: la imprevisibilidad y beligerancia de Trump pueden abrir divisiones incluso en las alizanas políticas más estrechas.
Experiodista del Financial Times, Freeland llevaba más de una década junto al primer ministro y era considerada una pieza clave y competente de su Gobierno. Antes de ocuparse de Finanzas y de la vicejefatura de gobierno fue ministra de Comercio Internacional, primero, y ministra de Asuntos Exteriores, después.
Durante la primera presidencia de Trump, su hábil gestión de lo que podía haber sido una turbulenta renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) le hizo ganar elogios. Por eso, el académico de la Universidad de Ottawa especializado en política canadiense Tyler Chamberlin cree que su marcha solo puede interpretarse ahora como una mala noticia para Trudeau.
“Con lo que está ocurriendo con los aranceles, una de las cosas que me reconfortaba era saber que iba a haber alguien como Freeland [en el equipo de Trudeau]”, dijo Chamberlin. “Esto acaba de complicarlo todo”.
A pesar de que tiene la popularidad por los suelos, Trudeau insiste en llevar a su partido hasta el proceso electoral de 2025, despertando comparaciones con Joe Biden y el poco caso que hizo a los que pedían que dimitiera, hasta que ya solo quedaban pocos meses para las presidenciales estadounidenses. En las próximas elecciones se prevé una derrota catastrófica para el progresista Partido Liberal de Trudeau.
“En cuanto todo vuelva a comenzar después de las vacaciones, se termina el espectáculo”, dice Chamberlin. “Si [Trudeau] se presenta a las elecciones en el estado en el que está, va a ser una derrota de proporciones épicas”, añade.
El caos político del lunes se pudo ver en directo en los telediarios que se habían preparado para cubrir a Freeland con la declaración del otoño sobre la economía. Las cámaras se quedaron fijas sobre las copias de la declaración, apiladas bajo una tela negra que no llegó a descubrirse.
Ganadas claramente por el candidato conservador, las elecciones locales celebradas este lunes en el distrito electoral de Cloverdale-Langley City (Columbia Británica) fueron el último mensaje funesto para Trudeau. Pero el primer ministro parece decidido a seguir en el cargo: este lunes asistió a un acto de recaudación de fondos del partido. Según varias fuentes, parecía animado por el apoyo recibido.
Pero la decisión de dimitir también podría ser tomada por otras personas en el año que comienza, sostiene Jonathan Rose, cuando el Nuevo Partido Democrático podría retirar su apoyo al Gobierno minoritario de Trudeau. “El primer ministro puede ser el que se hunde con el barco o el que dimite antes de que eso ocurra”, explica Rose, que en la Universidad Queen de Kingston (Ontario) dirige el departamento de Ciencias Políticas. Si eso ocurriera, Freeland podría ser la sucesora natural: su carta de dimisión no cierra ninguna puerta para seguir en política.
Lo que está ocurriendo en Canadá puede ser visto como un adelanto de lo que les podría esperar a otras naciones durante el segundo mandato de Trump, dice Rose. “Trump es un alborotador, menos orientado por ideología que por la idea de alborotar, desmantelar y alterar un sistema político estable”, añade. “Eso es lo que está haciendo aquí, la enseñanza para otros países es que hay que aprender a gestionar las negociaciones con un bravucón”.
Tras las amenazas arancelarias de Trump contra México, China y Canadá, Trudeau viajó rápidamente a Florida para fotografiarse junto a Trump, los dos sonriendo. Canadá aumentaría las medidas de seguridad y vigilancia en la frontera para luchar contra la inmigración ilegal, dijo el primer ministro. En la declaración económica de otoño (que finalmente se difundió a última hora del lunes), ya se han asignado 1.300 millones de dólares a estas partidas.
Pero si Trudeau esperaba que el viaje a Florida sirviera para apaciguar a Trump, pronto quedó claro que el presidente electo de EEUU la consideraba como una victoria personal más, menospreciando repetidamente a Trudeau al referirse a él como “gobernador” del Estado de Canadá.
Trump también arremetió contra Freeland tras su salida del gobierno. “Totalmente tóxica” durante la renegociación del TLCAN, dijo. “No se la echará de menos”.
“Es complicado cuando tienes a alguien tan inestable en lo que se refiere a las normas de la diplomacia”, explica Rose. “La enseñanza que pueden llevarse otros países es esta: vayan con pies de plomo”.
Traducción de Francisco de Zárate