El endurecimiento de las políticas contra la migración, la marcha atrás en la agenda verde o la respuesta blanda ante la masacre en Gaza son algunos de los efectos del incremento del poder del Partido Popular Europeo y la extrema derecha en el Consejo de la UE
La UE avanza en el endurecimiento de las políticas contra la migración con la (única) oposición de España
Europa se va tiñendo paulatinamente de azul y, a medida que avanza la extrema derecha, la derechización del continente va dejando notar sus efectos. La marcha atrás en la agenda verde, el endurecimiento de las posiciones antiinmigración o la sustitución del debate sobre las políticas sociales por la seguridad y la defensa son algunas de las consecuencias palpables en el seno de la UE.
Más de la mitad de gobiernos están en manos del Partido Popular Europeo (14 y en algunos casos apoyados por la extrema derecha); Italia, Hungría, Holanda y República Checa están liderados por la ultraderecha; cinco los gobiernan los liberales, aunque uno de ellos es Emmanuel Macron, que está en horas bajas y ha llegado a dejar el gobierno en manos de la derecha; y solo cuatro pertenecen a la familia socialdemócrata, que está a punto de perder la cancillería en Alemania.
La agenda verde fue una de las primeras víctimas de la derechización de Europa. En buena medida por la presión electoral ante el auge de la extrema derecha, que las colocó en la diana y aprovechó el caldo del cultivo del malestar en el campo. En plenas protestas de los agricultores a lo largo y ancho del continente, tanto Bruselas como los gobiernos empezaron a revertir algunas de las principales medidas del Pacto Verde Europeo, como la ley de restauración de la naturaleza, la regulación para limitar el uso de pesticidas o, recientemente, el aplazamiento de la entrada en vigor de la normativa para combatir la deforestación.
Otra de las consecuencias de la derechización es el endurecimiento de las políticas migratorias. La ultraderechista Meloni se ha convertido en el adalid para la mayoría de capitales europeas e incluso para la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que ha acelerado el plan para copiar los polémicos centros de deportación a países fuera de la UE como los que Italia ha puesto en marcha en Albania y que la justicia ha frenado.
Cualquier atisbo de solidaridad, como el de la crisis de refugiados sirios de 2016 o el que se puso en marcha para acoger a los ucranianos que huían de la guerra, ha desaparecido. Ahora se habla de retornos, centros de deportación e incluso de financiar muros. Todo bajo el eufemismo de la búsqueda de “soluciones alternativas” a los movimientos migratorios que siempre han existido. La mesa en la que se sientan los líderes que defienden ese endurecimiento está cada vez más llena y en ella se sienta Von der Leyen, de quien parte la iniciativa legislativa en la UE.
Y España es de los pocos países que mantiene una posición distinta. Ha criticado la decisión de varios países europeos de paralizar la tramitación de las solicitudes de asilo de ciudadanos sirios unas horas después de que cayera el régimen de Bashar al Asad. También se ha desmarcado (prácticamente en solitario) de la propuesta de crear centros de deportación. Y fue el único país que votó en contra de la directiva contra el tráfico de migrantes en la que el Consejo quiere eliminar la denominada 'cláusula humanitaria' que permite no criminalizar la asistencia a los migrantes. “El mensaje político que se lanza puede ser preocupante”, reprochó el ministro de Justicia, Félix Bolaños, durante el debate con sus homólogos.
“En el debate sobre demografía y despoblación se ha centrado en las cuestiones natalistas que es lo que subyace en los países gobernados por la derecha o la extrema derecha cuando los informes de distintos organismos señalan a la inmigración como elemento para invertir la pirámide demográfica”, explica a elDiario.es el secretario de Estado de Juventud, Rubén Pérez, sobre la deriva que se ha impuesto en el Consejo de la UE -donde están representados los gobiernos-.
En buena medida ese debate lo ha orientado el ejecutivo ultraderechista de Viktor Orbán, dado que le correspondía este semestre la presidencia rotatoria. Y, aunque no se ha sido muy prolija en términos legislativos, en los pocos expedientes en los que ha tratado de avanzar, se ha notado su impronta. España y otros ocho países bloquearon el intento de Hungría de aguar la ley contra los falsos becarios.
Las posiciones del Consejo de la UE han sido tradicionalmente más conservadoras que las del Parlamento Europeo, pero también ahora se ha producido una derechización completa. A la mejora electoral del PP se suma la extrema derecha, que representa más de un 25% de los escaños. Y, además, todo pasa por el grupo que pilota Manfred Weber porque puede armar mayorías alternativas a la coalición con socialistas y liberales que 'gobierna' la UE. Ya no hay cordón sanitario.
Además de la foto de los 'duros' contra la inmigración, la última cita de los líderes de los 27 en 2024 volvió a evidenciar la equidistancia con Benjamin Netanyahu de la mayoría de los gobiernos. El conflicto en Oriente Medio, que es uno de los más divisivos en la UE, quedó en un segundo plano en el Consejo Europeo. El asunto se abordó, de hecho, durante la cena y la masacre de Gaza prácticamente ha desaparecido del debate. Las conclusiones hacen una breve alusión a la matanza y vuelven a reclamar el “alto el fuego inmediato” que tardaron el exigirle a Israel meses. Y la mayor crítica a Netanyahu se limita a ser la “profunda preocupación” por la ley que prohíbe la actividad de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA).
Precisamente en los conflictos, especialmente el Ucrania, ha basado la UE la primacía del debate sobre la seguridad y la defensa sobre la agenda social, que vuelve a estar en un segundo plano.