La Vuelta a España aparca en 2025 una seña de identidad, sus finales cortos y explosivos, esas cimas de pocos kilómetros que destrozan los pulmones con sus porcentajes, adiós de momento a las cotas imposibles. La ronda presenta un recorrido clásico, a la antigua manera del Tour de Francia. Finales de etapas en puertos largos, montañas encadenadas, una contrarreloj por equipos (20 kilómetros en Figueras) y una crono individual (26 kms. en Valladolid). La carrera empieza en Italia, en la región del Piamonte, será la sexta salida desde el extranjero. Cuatro etapas en la zona y mínima incursión en Francia. De regreso a España espera al pelotón una contrarreloj por equipos en Figueras, una disciplina en desuso en los últimos tiempos que vuelve a adquirir notoriedad. Habrá montaña en la primera semana, puertos en abundancia por Andorra y el Pirineo aragonés (Cerler, un clásico de las antiguas ediciones). Puertos de corte clásico, subidas largas, no las mini-cotas de potentes desniveles que clavan a los ciclistas en sus cuestas. La Vuelta es montaña y, para atraer a Tadej Pogacar como pretende en 2025, coloca puertos y etapas propicias. Belagua, Ezcaray e incluso, la incursión en Bilbao en modo clásica con siete cotas de segunda y tercera categoría diseminadas en el programa favorecen al ciclista esloveno. La etapa reina, en el Angliru, como es tradición, previo paso por el Cordal y la Mozqueta. Vuelve el gigante de la sierra del Aramo para dictar sentencia en la etapa 13. Viaja la carrera hacia más montañas, la Farrapona, el Morredero y toca Galicia con una etapa estilo clásica en Mos, la patria de Óscar Pereiro. El tramo final, por el centro de la Península, se completa con una contrarreloj en Valladolid (26 kms.) de apariencia decisiva, y una escalada a la Bola del Mundo en el puerto de Navacerrada como punto final antes del paseo por las calles de Madrid.
