La cifras aún no están claras. No han pasado todavía ni dos semanas desde la caída de Bashar al Assad y las consecuencias de su brutalidad están empezando a salir a la luz. Un funcionario de defensa civil sirio dijo el miércoles que los rescatistas de los Cascos Blancos descubrieron cuerpos y restos no identificados en un almacén de medicamentos en un suburbio de Damasco. A unos 50 metros del santuario de Sayyida Zeinab, un lugar venerado por los musulmanes chiiitas, un periodista de la agencia de noticias AFP vio un almacén lleno, supuestamente, de cajas de medicamentos. Sin embargo, lo que se encontraron los Cascos Blancos y el periodista fue algo muy diferente. «Recibimos un informe sobre la presencia de cadáveres, huesos y un olor desagradable en el lugar», explicaba para la agencia el responsable de los Cascos Blancos, Ammar al-Salmo. El suburbio Sayyida Zeinab , en el sur de Damasco, era un bastión de combatientes pro iraníes, incluido el grupo militante Hizbolá, antes de que los rebeldes liderados por islamistas tomaran la capital el 8 de diciembre en una ofensiva relámpago. «En el almacén encontramos una sala refrigerada que contenía cadáveres en descomposición», dijo Salmo, añadiendo que algunos parecían haber muerto hacía más de un año y medio. Esta misma semana, un fiscal internacional de crímenes de guerra dijo que la evidencia surgida de fosas comunes en Siria ha expuesto una «maquinaria de muerte» dirigida por el Estado bajo el derrocado líder Bashar al Assad en la que estimó que más de 100.000 personas fueron torturadas y asesinadas desde 2013. Después de visitar dos fosas comunes en las ciudades de Qutayfah y Najha, cerca de Damasco, el ex embajador de Estados Unidos para crímenes de guerra Stephen Rapp dijo a Reuters: «Sin duda tenemos más de 100.000 personas que desaparecieron y fueron torturadas hasta la muerte en esta máquina. «No tengo muchas dudas sobre ese tipo de cifras dado lo que hemos visto en estas fosas comunes». «Realmente no hemos visto nada parecido desde los nazis», dijo Rapp, quien dirigió los procesos en los tribunales de crímenes de guerra de Ruanda y Sierra Leona y está trabajando con la sociedad civil siria para documentar la evidencia de crímenes de guerra y está ayudando a preparar cualquier juicio eventual. Se estima que cientos de miles de sirios han muerto desde 2011, cuando la represión de Assad a las protestas en su contra derivó en una guerra a gran escala. Tanto Assad como su padre Hafez, quien lo precedió como presidente y murió en 2000, han sido acusados por grupos de derechos humanos y gobiernos de ejecuciones extrajudiciales generalizadas, incluidas ejecuciones masivas dentro del notorio sistema penitenciario del país. Assad negó repetidamente haber cometido violaciones y tachó a sus detractores de terroristas. En 2023, el Departamento de Estado de EE. UU. emitió una prohibición de viaje contra un funcionario de seguridad sirio y su familia inmediata por su presunto asesinato de al menos 41 civiles en 2013 en Tadamon, calificándolo de «masacre». Los investigadores de Human Rights Watch identificaron la presunta ubicación de la tumba comparando imágenes satelitales con la escena en el video.