El
Barça cerró el año 2024 -con todos los respetos para el Tenerife, al que se medirán el sábado en Copa- con una nueva exhibición de fútbol en un escenario de nivel. Era la
Champions, ante el
Manchester City y se jugaba en
Montjuïc. No había mejor panorama para demostrar que el Barça sigue sin rival, en
España y en
Europa, y las azulgrana volvieron a sacar su mejor versión para asfixiar a un rival al que le costó dar dos pases seguidos. El fútbol tiene muy poca memoria y ahora, como se dice en catalán, parece que todo son ‘flors i violes’ (lo que sería en castellano ‘todo es de color de rosa’), pero hace no mucho el nuevo entrenador,
Pere Romeu, fue señalado por una serie de partidos en los que el equipo no se mostró todo lo efectivo delante y lo sólido atrás en comparación a lo que viene acostumbrado a su hinchada. Y era cierto. Y eran razonables las dudas, porque la derrota 2-0 ante un
City en
Manchester que fue muy superior no se la inventó nadie. Ni el tímido triunfo por 0-1 en
Sevilla, ni las primeras partes con derrota ante
Madrid CFF o
Espanyol, este último en casa. Ni la falta de fluidez en el juego. Nadie lo soñó. Ocurrió y surgieron los análisis, que no críticas. La línea que separa el uno del otro suele colocarse erróneamente a gusto del consumidor.
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