En aquellos días de antaño, cuando los ordenadores apenas comenzaban a insinuar su lugar en el mundo y la modernidad era más sueño que realidad, una mujer de hábitos y vocación, Mary Kenneth Keller, supo alzar la mirada hacia un futuro lleno de posibilidades. Monja, matemática, y finalmente doctora en informática, su nombre resuena hoy como uno de los pilares en la historia de la tecnología.