Una verdad que duele a todos los mexicanos, aunque por motivos diferentes y sin importar el espectro político con el que se encuentren, es que AMLO no habría podido hacer absolutamente nada sin la buena economía y la gran cantidad de dinero que le dejaron sus predecesores del periodo “neoliberal”: Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto.
Así es, dinero, estabilidad, instituciones democráticas independientes y prestigio internacional que generaban confianza en los inversionistas nacionales y extranjeros que, a su vez, nos han permitido ser la novena economía a nivel mundial. Hoy todo esto se pone en duda ante las reformas constitucionales antidemocráticas de la 4T que nos convirtieron en un Estado atrasado, sin garantías de libertad ni justicia.
Pero para mantener los proyectos faraónicos que no generan un peso, la deuda externa que es la más grande de la historia, los barriles sin fondo como Pemex y los programas sociales, nuestro gobierno necesita dinero, mucho dinero. El problema es que ya se gastaron todo en el sexenio anterior y por eso ahora se proponen ir por recursos que no les corresponden, pero tienen a la mano, como lo es el Infonavit, que es un ahorro de los trabajadores. Este movimiento nos permite prever que su siguiente paso serán los 6 billones de pesos invertidos en las Afores, o acaso ¿alguien todavía cree que no se atrevan a tocar nuestros fondos de ahorro para el retiro? ¡Si ya quitaron a los jueces que podían impedirlo!
Además, hay que sumar el factor Donald Trump y toda la inestabilidad que su próxima presidencia generará en nuestra relación comercial con Estados Unidos. Recordemos que todo el milagro económico mexicano de los últimos 30 años es, en gran medida, gracias a la firma del Tratado de Libre Comercio que hizo Carlos Salinas de Gortari. Antes de eso, nuestra economía estaba cerrada solamente a la producción y consumo nacional; hoy vivimos de las exportaciones, la maquilación de productos, el turismo y las remesas, ¡no del petróleo como en los 70! Si se caen esos ingresos, ¿qué gran industria productiva nos queda? Lamentablemente, la respuesta es el narcotráfico, que hoy en día es uno de los tres más grandes empleadores a nivel nacional.
Por todo lo anterior, es previsible que venga una reforma fiscal en los próximos dos años, en la que se intente cobrar impuestos a un círculo más amplio de ciudadanos, pero que finalmente terminará imponiendo la carga fiscal a los mismos de siempre: la economía formal, integrada por los trabajadores y empresarios regularizados que hoy en día ya pagan impuestos de los que vive la 4T.
Todo este dinero debe alcanzar para llegar a las elecciones intermedias de 2027, pero para 2030 muy probablemente tengan que tomar control del Banco de México y sus recursos e incluso empezar a imprimir dinero, como se hacía en los años 70 y 80.
Después de acabar con todo el capital que tienen a la mano, solo les quedará mantener el control del país por medio del Ejército, el cual ya recibe sus dádivas por medio del control de las aduanas, los aeropuertos, el AIFA, el Tren Maya, etc. Es un plan a mediano plazo, pero previsible desde hoy. Y así es como se convierte un país rico en una segunda Venezuela, así es como se mantiene la cuarta transformación en el poder.
Por supuesto, este escenario es una extrapolación de lo que está pasando hoy y hay muchos factores que lo pueden alterar; sin embargo, las bases para que esto ocurra ya las tenemos y son gracias a los abusos antidemocráticos de la cuarta transformación y a la permisividad que la oposición ha tenido. Los platos rotos, como siempre, los empezarán a pagar los más pobres y sobre todo las próximas generaciones.
De por sí era difícil la vida en Tultitlán; ahora son el hazmerreír nacional por cambiarle el nombre a una colonia y ponerle: “Cuarta Transformación”. Hecho que solo nos demuestra los esfuerzos megalómanos de López Obrador por trascender en el tiempo como faraón y el servilismo de las autoridades locales y estatales para quedar bien con el exmandamás. Por supuesto que a los pobladores no les ha hecho ninguna gracia esta nueva imposición del estado; ahora tendrán que cambiar hasta sus identificaciones.
Imagínense vivir en la calle “Me canso ganso”… Así de ridícula es esta decisión.