Un artículo reciente revela que los jóvenes banqueros de Wall Street en Estados Unidos están adoptando el uso de medicamentos como Adderall y Vyvanse para mantener su energía y concentración durante jornadas laborales que pueden extenderse hasta 90 horas semanales. Esta tendencia ha generado preocupaciones sobre las consecuencias para la salud física y mental de los empleados en un entorno laboral cada vez más exigente.
La presión por cumplir con horarios agotadores ha llevado a muchos a recurrir a estos fármacos, originalmente diseñados para tratar el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). A medida que el uso de estas sustancias se vuelve común, se deja atrás el consumo de drogas recreativas como la cocaína, que solían ser populares entre los banqueros. El artículo de The Wall Street Journal destaca cómo esta práctica ha transformado la dinámica laboral en el sector financiero.
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El acceso a medicamentos como Adderall y Vyvanse se ha facilitado gracias al crecimiento de clínicas privadas y servicios de telemedicina. Edward Fruitman, psiquiatra y fundador de Trifecta Health, señala que “hay un límite en lo que cualquier ser humano puede producir”, lo que refleja la presión extrema que enfrentan los banqueros. Este contexto ha llevado a muchos a buscar soluciones rápidas para mantenerse productivos.
El caso de Mark Moran, un exinterno de Credit Suisse, ilustra esta problemática. Tras recibir un diagnóstico de TDAH en una clínica, comenzó a tomar Adderall, lo que le permitió concentrarse en tareas monótonas. Sin embargo, pronto se volvió dependiente del medicamento, afirmando: “Te vuelves adicto para poder trabajar.” Este testimonio resalta cómo el uso de estos fármacos se ha convertido en una herramienta para lidiar con la presión laboral.
A pesar de que estos medicamentos pueden parecer una solución inmediata, su uso excesivo conlleva graves consecuencias. Algunos banqueros experimentan pérdida de peso extrema, insomnio, ansiedad y aislamiento social. Jonah Frey, exbanquero de inversión, relata cómo su dependencia de Adderall lo llevó a perder 11 kg y a perder la noción del tiempo debido a la hiperproductividad inducida por las pastillas. Su experiencia culminó en una renuncia y un proceso de desintoxicación que describió como “tener que reaprender cómo funcionar como ser humano.”
Otro testimonio proviene de una trabajadora en el área de finanzas de commodities, quien explicó que, aunque el Adderall inicialmente la ayudó a realizar análisis complejos, terminó alterando su personalidad y provocando decisiones financieras irresponsables. Su intento de dejar el medicamento de golpe resultó en una profunda depresión, lo que la llevó a replantearse su vida profesional.
El uso extendido de estimulantes en Wall Street refleja una cultura laboral que prioriza el rendimiento por encima de la salud. Los jóvenes banqueros enfrentan una presión extrema para destacar y alcanzar sueldos que pueden superar los $200,000 al año. Esta dinámica incentiva el consumo de sustancias que les permitan mantenerse alertas y productivos, a menudo con poco tiempo para descansar o socializar.
Además de los medicamentos, algunos banqueros recurren a estrategias alternativas como el consumo excesivo de cafeína y productos de nicotina. Estas prácticas, aunque legales, también presentan riesgos significativos. Samuel Glazer, psiquiatra especializado en trabajadores de Wall Street, advierte que la normalización del uso de estimulantes podría generar generaciones de empleados dependientes de estas sustancias.
El uso indiscriminado de estimulantes no solo tiene implicaciones para la salud, sino que también puede derivar en tragedias. Un caso alarmante es el de Michael Bloom, un banquero que falleció en 2023 tras una intoxicación accidental con fentanilo y alcohol. Este incidente pone de manifiesto los riesgos asociados a la obtención de medicamentos fuera de vías legales, especialmente cuando las píldoras compradas en el mercado negro pueden estar contaminadas con sustancias mortales.
A pesar de que algunas firmas han prometido mejorar las condiciones laborales, la cultura de largas jornadas y alta competitividad sigue predominando en Wall Street. Los incentivos económicos, que incluyen bonos de seis o siete cifras, empujan a los jóvenes empleados a buscar cualquier ventaja competitiva, incluso a costa de su salud.