A tan solo 85 kilómetros de Pamplona, una pequeña villa en lo más profundo de Navarra destaca por sus empedradas calles y sus antiguos caseríos, volviéndolo una alternativa idónea para disfrutar de su marcada historia medieval
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Con la llegada del invierno, varios enclaves alrededor de la península se erigen como opciones idóneas para preparar una escapada aprovechando las hermosas vistas que ofrece la estación. Desde pueblos plagados de historias hasta mágicas joyas naturales, una pequeña villa medieval destaca en lo más profundo de la Comunidad Foral de Navarra, volviéndose una alternativa ideal para visitar durante los meses más fríos del año.
Así, el pueblo de Ochagavía -u Otsagabia en euskera-, ubicado en la Merindad de Sangüesa, en la comarca de Roncal-Salazar, destaca por sus empedradas calles y su marcada historia de origen en la Edad Media. La pintoresca villa ha sido además testigo de diversos acontecimientos y cambios durante los años, los cuales la convierten en una opción perfecta para preparar una escapada de invierno a través del enclave navarro.
Los primeros datos que constatan la importancia de Ochagavía se remontan al siglo XII, cuando el pueblo se estableció como un núcleo poblacional importante en la comarca. Tanto es así, que durante toda la Edad Media, la villa fue gobernada por algunas de las principales familias nobles de la zona, como los Beaumont y los Ayanz.
Siglos después, en el XVIII, el territorio de Ochagavía gozó de un significativo crecimiento en popularidad gracias a su ubicación. El pueblo se encontraba dentro de la ruta marcada para el Camino de Santiago, lo que condujo al desarrollo y construcción de varios edificios tanto civiles como religiosos en el pueblo.
Durante las guerras Carlistas, el pueblo se dividió entre los partidarios de Carlos María Isidro de Borbón y los de Isabel II, aunque su arquitectura no se vio afectada por el conflicto, permitiendo que el Ochagavía volviese a ser un importante destino turístico una vez finalizado el conflicto. De esta manera, la villa ha atesorado ese estatus hasta la actualidad, donde destaca como destino por sus calles empedradas y sus estructuras medievales rodeadas por imponentes bosques y montañas.
Ubicado a la salida del pueblo, el puente medieval de Ochagavía es uno de los múltiples vestigios que aún se conservan del histórico enclave. Este no solo permite cruzar el río Anduña a través de su suelo conformado por pequeñas piedras y adoquines, sino que también destaca por el excelente estado de conservación de toda la estructura, por la que parece no haber pasado el tiempo.
Pese a no tratarse de un pueblo plagado de monumentos, Ochagavía alberga algunas imponentes construcciones religiosas, entre las que destaca la Iglesia de San Juan Evangelista. Esta obra arquitectónica combina elementos de diferentes épocas, ya que pese a ser comenzada alrededor del año 1200, fue sufriendo diversas modificaciones durante los siglos XVI y XVII hasta su finalización definitiva. En su interior es posible disfrutar de tres retablos renacentistas encargados por Miguel del Espinal en el año 1574 y que dan forma al monumento.
Otra de las construcciones más icónicas de pueblo es el santuario de Nuestra Señora de Muskilda, una ermita románica construida en el siglo XII y que fue restaurada cinco siglos después, a mediados del XVII. Este se encuentra situado en la cima del monte con el mismo nombre, a 1.025 metros de altitud y rodeado por una gran muralla en un recinto en el que también se incluyen la casa del ermitaño y del capellán.
La villa de Ochagavía también cuenta con varios monumentos de arquitectura civil conservados a lo largo de los años. Uno de los más destacados es el caserío, el cual se extiende a ambos lados del río y cuenta con casas de piedra y tejados de teja. Además, a la entrada del pueblo, en el punto donde se encuentran los ríos Zatoya y Aduña, se encuentra ubicado un crucero pétreo del siglo XVI, uno de los elementos más emblemáticos del toda la localidad.
Entre los edificios más destacados, también es posible disfrutar del palacio medieval de Urrutia, del de Iriarte o del de Donamaría, los cuales son un reflejo de la importancia histórico medieval de la zona.
Sin embargo, no es necesario buscar los monumentos civiles o religiosos del pueblo para disfrutar de todo su encanto. Sus casas, con tejados empinados a dos o cuatro aguas, cuentan también con pequeños espacios típicos de las construcciones de la zona, los denominados 'etxekarte'; y sus calles, empedradas y de origen medieval, muestran el paso del tiempo sufrido por el pequeño pueblo de Ochagavía.