¿Cúando se van a resolver los problemas de la instalación hidráulica y sanitaria en nuestra residencia estudiantil? ¿Por qué no existe una flexibilidad en el uso del vestuario para acceder a los locales durante el estudio en horas de la noche? ¿Qué se va hacer para mejorar el transporte desde y hacia la universidad? ¿Por qué no somos más sistemáticos en las actividades recreativas de la universidad?
Las interrogantes se escucharon de los estudiantes que llegaron hasta el teatro de la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas (UCLV). Era el segundo miércoles del mes, y de los atravesa’os, como suele decirse en el argot popular. No había servicio eléctrico, pero nadie quiso perderse esta singular cita en la que la dirección universitaria rinde cuentas a sus estudiantes. Y esa fue, lo confieso, mi primera grata sorpresa.
Resulta que hace unas semanas fui parte de un auditorio que preguntó, cuestionó, insistió, y también propuso. No se quedó a medio camino de quejas y preocupaciones. Un encuentro que protagonizan los líderes estudiantiles y juveniles con las máximas autoridades de la institución docente, un espacio de debate y socialización de inquietudes y puntos de vista, de opiniones… que, en un teatro a media luz, devino un iluminado ejercicio de responsabilidad y participación, en el cual, según su slogan, «siempre cuentan» las voces de los muchachos y las de los «profe».
Lo vivido en la Marta Abreu se me antoja como un ejemplo certero de esa voluntad colectiva que hace falta impregnar e impulsar con más fuerza en nuestra sociedad y en especial en nuestras instituciones, sobre todo, cuando se quiere que los jóvenes sean activos protagonistas y destinatarios del presente y el futuro en nuestro país.
Constaté que no se trató de una «asamblea» solo para cocinarse entre ellos, ni de un «balance anual», sino de un diálogo a puertas abiertas, porque todos los interesados que conviven en la universidad tienen la oportunidad de llegar, entrar, pedir la palabra, hacer sus planteamientos y proponer soluciones. Un ejercicio completo de democracia a tono con los tiempos que corren.
Por mensual, el espacio pudiera resultar rutinario, pero les aseguro que no. Durante las más de dos horas que estuve allí vi entrar y salir a estudiantes de todas las facultades con las más diversas inquietudes, que se sumaron a las que ya habían planteado otros. Hablaron de la iluminación de las residencias estudiantiles, de la base material de estudio, de la alimentación, de los programas de estudio… Asuntos que les conciernen a todos.
Las respuestas no llegaron solo de la máxima dirección de la Universidad, sino también de los decanos que estaban sentados junto a sus educandos, como debiera ser en toda comunidad universitaria que se respete. Otra de las sorpresas —decisiones— que aplaudo y comparto, porque no debemos permitir que los acuerdos, los planteamientos, se conviertan en letra muerta y se engaveten a modo de memorias, como nos ha dicho el General de Ejército Raúl Castro Ruz.
Así, por ejemplo, la administración informó de los insumos que reciben, de la urgencia de mover mesas de un aula a otra o para la residencia estudiantil, de cómo se reorganizará el transporte, sin dejar de reconocer en las limitaciones de recursos, como las que enfrenta el país todo. Precisamente por ello se hace tan importante implicar, dialogar, explicar, hacer.
Otras autoridades universitarias se refirieron a la necesidad de hacer conciencia para que los estudiantes formados allí nutran al claustro «para fortalecer, renovar, refrescar…». Y fueron también a rendir cuentas sobre su rol para el buen funcionamiento de la institución y la mejor formación de los futuros profesionales.
En aquel teatro, a media luz, Luis Antonio Barranco Olivera, el rector de la UCLV, les recordó a sus muchachos que las puertas de su oficina están abiertas para todos, para hacerle cualquier planteamiento, para trasladarle cualquier inquietud, al igual que el número de su teléfono móvil está a disposición de los interesados en comunicarse las 24 horas del día.
«Cualquier preocupación que ustedes sientan en su proceso de formación no la dejen avanzar ni tampoco tienen que esperar este encuentro», le reiteró el Rector. Y eso fue algo que satisfizo más, porque los propios estudiantes confirmaron que las palabras de él, como filosofía de trabajo, recogen la realidad que enfrenta la alta casa de estudios, y no se trata de una intervención formal más.
Mientras el diálogo transcurría de manera diáfana, pensaba en que espacios como estos deben multiplicarse, y mucho más cuando se trata de jóvenes a los que les han tocado vivir tiempos muy retadores y nos urge que estén claros de los acontecimientos, de lo que somos y hacemos.
Debemos seguir apostando por estos espacios de construcción colectiva, por estar con nuestra gente, porque ello acentúa más el carácter «democrático» del modelo de socialismo y de la universidad cubana. A 65 años de la Revolución triunfante ese sigue siendo uno de nuestros más grandes retos, así como también continuar reconciliando nuestra institucionalidad con los criterios de soberanía popular que marcan especialmente las aspiraciones de quienes construimos ese nuevo socialismo.
Pudiéramos decir que en la Marta Abreu hay resultados alentadores, una enseñanza, un aprendizaje, un camino… ¿Sucede así en el resto de las instituciones del país? Toca reconocer que la sociedad cubana de hoy ha cambiado, que tiene una heterogeneidad mucho más marcada que en otros momentos, y eso hay que tenerlo presente en todo lo que hacemos y mucho más cuando se dialoga con las nuevas generaciones.
La experiencia nos confirma que tanto en las aulas universitarias, como en la sociedad y sus diversas instituciones, debemos —y necesitamos— ir más allá de los discursos, los seminarios para evaluación de una asignatura o las jornadas científicas alegóricas a una fecha importante, cuando de articular redes sociales de comunicación con los jóvenes se trata, partiendo siempre de la premisa de que hay que escucharlos, prestarles atención, dejarlos exponer sus ideas, preocupaciones, cuestionamientos, interrogantes, sobre la base del respeto. Y que en esa conversación franca y directa, además de la información veraz que puedan brindar las autoridades sobre el tema a debate no falten propuestas de solución.
Esta suerte de «conspiración» en la Marta Abreu por una universidad presente y futura más cercana a las necesidades y exigencias de sus estudiantes, sin dejar a un lado los intereses de la nación, tiene mucho de lo que Fidel nos enseñó y debemos asumir como práctica cotidiana: pensar colectivamente, identificar las mejores ideas, rectificar cuando sea necesario, dar argumentos convincentes y encauzar las acciones. Tender puentes que le den robustez a su pensamiento y acción, y los haga mejores seres humanos, auténticos profesionales y revolucionarios cabales.
