Damasco. En las horas previas a la histórica caída de Damasco el pasado 8 de diciembre, el presidente sirio Bashar al Asad abandonó el país sin avisar a sus colaboradores más cercanos ni a sus familiares, según revelaron fuentes anónimas a esta agencia. La repentina huida del líder marcó un punto de inflexión en el colapso del régimen que gobernó Siria durante más de dos décadas.
De acuerdo con los reportes, Al Asad tomó un avión desde Damasco hacia la base aérea rusa de Hmeimim, en el oeste del país, desde donde fue trasladado a Moscú. Mientras tanto, su hermano Maher, líder de la temida Cuarta Brigada, se enteró de su partida de manera fortuita y huyó en helicóptero hacia Bagdad. La ausencia de liderazgo en el régimen se evidenció rápidamente, dejando a altos funcionarios, militares y ciudadanos en un estado de confusión absoluta.
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La ofensiva rebelde liderada por el grupo islamista Hayat Tahrir al Sham comenzó el 27 de noviembre desde la provincia de Idlib y avanzó rápidamente hacia el centro del país. En menos de dos semanas, Alepo, Hama y Homs cayeron sin resistencia significativa. Según un coronel entrevistado por AFP, los soldados recibieron órdenes contradictorias y en algunos casos, directamente, se les instruyó que abandonaran sus posiciones.
En Homs, los intentos del gobernador por coordinar una defensa fueron en vano. “Nadie defendió la ciudad en nombre del régimen”, relató un alto funcionario. Este patrón de abandono se repitió hasta el último bastión del régimen: Damasco.
Mientras las fuerzas rebeldes rodeaban la capital, Al Asad preparaba un discurso que jamás pronunció. Según los testimonios, la confusión reinaba en el palacio presidencial. Altos funcionarios aguardaron instrucciones hasta altas horas de la madrugada del 8 de diciembre, cuando finalmente se dieron cuenta de que el presidente había huido.
“El palacio estaba casi vacío. Nos enteramos de que los superiores de los soldados les habían dado la orden de huir”, declaró un ex funcionario de la presidencia. En la plaza de los Omeyas, el caos se desató con miles de personas intentando escapar de Damasco en vehículos o a pie. La escena dejó claro que la caída de la ciudad era inminente.
La salida de Bashar al Asad dejó un vacío de poder y un país en ruinas tras más de 14 años de guerra. La falta de liderazgo y las órdenes contradictorias marcaron el fin de un régimen que enfrentó años de conflicto interno y aislamiento internacional. Hoy, Siria se encuentra en un punto de inflexión, con los rebeldes al frente del gobierno interino y un pueblo que aún lidia con las secuelas de un conflicto devastador.
