Es posible que si ya tiene en sus manos uno o varios pedacitos del Gordo navideño, también tenga en mente más de un sueño o plan que llevaría a cabo en caso de que ese número y serie salgan acompañados del premio mayor en el sorteo del próximo domingo.
Ya sean ¢40 millones equivalentes a una fracción o hasta los ¢1.600 millones que paga un entero, lo cierto es que sumar a sus cuentas una cantidad de dinero importante, puede representar un giro total a su vida, aunque no siempre sea para bien.
Dos ganadores del Gordo navideño que compartieron años atrás cómo ese premio cambió sus vidas, son ejemplos de buenas y malas experiencias.
Steven Segura contó en el 2021 que, 11 años después de ganar ¢1.000 millones en el Gordo navideño del 2010, ya no tenía nada de ese premio, más que un extenso número de vivencias acumuladas.
Segura recordó que pudo comprar una casa para su familia, asegurar una buena educación para su hija, tener un carro costoso y viajar a 16 países. Pero también, recibió amenazas, tuvo un infarto producto del estŕes y fue víctima de una estafa donde perdió casi ¢200 millones del premio.
Su principal recomendación fue tomarse el tiempo antes de decidir en qué invertir el dinero, para evitar hacerlo con la euforia del gane, no dejarse llevar por consejos de terceros y, sobre todo, alejarse de quienes se dicen ser “gurús financieros”. que más bien pueden poner en riesgo el dinero.
Quedarse callado, aprender a decir no, aprender que “la plata no es infinita” y mantener los pies en la tierra, también fueron parte de los consejos que este ganador hubiese deseado recibir antes.
“En mi caso fue terrible, porque como fue la Cervecería (de Costa Rica, donde laboraba) la que me regaló el entero, ese mismo día se dieron cuenta allí de que uno de los enteros que regalaron era el premiado. Lo mío se hizo vox populi en la compañía y así se viralizó la información. Corrió tanto la bola que hasta los delincuentes se dieron cuenta, tenía amenazas de muerte y de secuestro de mis hijas; me iba a los Estados Unidos a esconderme, salía a la calle con miedo, no andaba seguro. Por eso, lo importante es no decirle a nadie, entre más callado, mejor”, afirmó.
Segura también recomendó invertir en educación, no arriesgarse si no es experto y tratar de seguir adelante con las metas que tenía antes de ser millonario.
A finales del 2020, tras superar uno de los años más difíciles, Esteban Cordero alcanzó la suerte, cuando estaba a punto de tocar fondo.
El chef de profesión compartió su historia dos años después de que cinco fracciones de lotería le permitieran cumplir el sueño de su vida: tener su propio restaurante tras ganar ¢200 millones.
Cordero contó que cuando se convirtió en millonario estaba a punto de perder su casa y su carro, pues debido a la pandemia de covid-19 su salario había sido reducido al 50% y su pareja fue despedida.
En su caso no pudo cumplir la recomendación número uno de mantener en secreto el premio, pues desde antes del sorteo ya había compartido los números y hasta la serie que llevaba. Una compañera se encargó de gritar su nombre por todo el restaurante donde trabajaba en el momento que vio el resultado, por lo que en ese momento todos los compañeros se dieron cuenta.
Sin embargo, su mente le jugó la mala pasada y lo puso a dudar de si realmente esa era la serie, por lo que no le quedó de otra que terminar el turno y esperar a llegar a la casa para revisar las fracciones.
Apenas terminó el turno, se dirigió a toda velocidad a su casa y al llegar se encontró a su compañera sentimental con las cinco fracciones en la mano, ella estaba inmóvil.
“No lo creía, estaba... yo digo, casi que muerta. Entonces, cuando me dio la lotería me dice: ‘Sí era el número’. Donde yo lo agarro y veo el número, entré en una crisis nerviosa, mis pies se descontrolaron, no me podía poner de pie”, contó.
Además de sus compañeros, él y su pareja cometieron el error de llamar a familiares para contarles lo ocurrido. Semanas después, hubo parientes y amigos que se disgustaron porque le pedían dinero prestado y él no accedió. A su trabajo no regresó después del sorteo, por razones de seguridad.
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Fue hasta tres días después, y tras la misma cantidad de noches sin dormir que acudieron a una sucursal bancaria para hacer efectivo el premio.
Tener claro el sueño de toda su vida también lo hizo mantener la meta firme y el único “gusto” que se dio fue comprarse el carro que había deseado desde que era adolescente y jugaba videojuegos: un Nissan 350Z que le costó ¢8 millones, fue hasta que lo pagó cuando asegura finalmente cayó en la cuenta: “Ok ,esto es real”.
Cordero aseguró que tenía claro que no quería gastar el premio y en unos años encontrarse en la terrible situación que ya había vivido, de ahí que la idea era invertirlo en algo que le rindiera frutos.
A pesar de que tenía certeza del negocio que soñaba tener, se tomó un año entero para darle forma al proyecto como correspondía. También se dio ese espacio para negociar y adquirir el terreno por el que había pasado decenas de veces y en el que desde antes de creerlo posible había visualizado levantar su restaurante.
En noviembre pasado, Esteban divulgó un video en redes sociales donde contó la historia de cómo fundó su restaurante ‘Don Luis’, al que llama “mi premio de lotería y mi sueño”, además dio la noticia de que estaba abriendo su segundo local en San Francisco de Dos Ríos.
“Y sí me gané la lotería y sigo trabajando, y sí me gané la lotería y no he puesto un pie en un avión, me gané 200 millones y me pasó por la cabeza hacer cualquier cosa, pero al final decidí invertir en mi propio negocio”, relata orgulloso en ese video en el que presenta su restaurante.
El Gordo navideño repartirá este domingo 15 de diciembre ¢8.000 millones del premio mayor en cinco emisiones, lo que significa que un entero pagaría ¢1.600 millones y una fracción ¢40 millones.
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El segundo premio será de ¢160 millones por entero y el tercero, de ¢80 millones por entero. Adicionalmente, se repartirán otros premios: 15 de ¢6 millones, 25 premios de ¢25 millones, 30 premios de ¢2 millones y 77 de ¢1 millón.
El costo por entero es de ¢80.000 y el pedacito cuesta ¢2.000.