En una publicación reciente en Truth Social, Donald Trump expresó su intención de priorizar la eliminación del horario de verano en Estados Unidos, describiéndolo como “costoso e inconveniente”. Esta propuesta, que será respaldada por el Partido Republicano, ha reabierto un debate nacional sobre los efectos del cambio de horario que ocurre dos veces al año.
El horario de verano, implementado por primera vez durante la Primera Guerra Mundial, tiene como objetivo ahorrar energía al maximizar las horas de luz diurna. Sin embargo, estudios recientes y un creciente descontento público han cuestionado su efectividad, sugiriendo que los efectos negativos en la salud y la productividad podrían superar los beneficios.
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Aunque el presidente electo tiene la intención de impulsar esta medida, eliminar el horario de verano en Estados Unidos requiere un proceso legislativo. El Congreso tendría que aprobar una ley que derogue o modifique la Ley de Horario Uniforme de 1966, que actualmente regula esta práctica a nivel nacional.
En 2022, el Senado aprobó la llamada Ley de Protección del Sol, que proponía implementar el horario de verano de manera permanente. Sin embargo, este proyecto no avanzó en la Cámara de Representantes debido a diferencias sobre si adoptar el horario de verano permanente o volver al horario estándar durante todo el año. Este tipo de desacuerdos legislativos podría obstaculizar nuevamente cualquier intento de reforma.
A nivel estatal, algunos territorios ya han decidido no observar el horario de verano, como Hawái y gran parte de Arizona. Sin embargo, los estados que deseen cambios más amplios necesitan la aprobación federal para garantizar una transición uniforme y evitar conflictos de sincronización a nivel nacional.
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Eliminar el horario de verano podría tener beneficios significativos para los residentes, comenzando con la eliminación del ajuste de relojes dos veces al año, que se ha asociado con problemas de salud como alteraciones en el sueño y un aumento en los ataques cardíacos y accidentes de tráfico.
Por otro lado, el cambio podría generar desafíos en sectores específicos. Si se adopta el horario estándar, los días de verano tendrían anocheceres más tempranos, lo que podría impactar negativamente a industrias como el turismo y el comercio minorista. Por el contrario, si se opta por el horario de verano permanente, los amaneceres tardíos durante el invierno podrían complicar la rutina de escuelas y empresas.
La sincronización global también podría verse afectada, ya que muchos países aún observan el horario de verano, lo que podría generar problemas de coordinación en los mercados financieros y las relaciones internacionales.
El debate sobre el fin del horario de verano no es nuevo. Durante la crisis energética de 1974, Estados Unidos implementó temporalmente el horario de verano permanente como una medida de ahorro. Sin embargo, la medida fue revertida debido a la frustración pública por los oscuros amaneceres invernales, que afectaban las rutinas diarias.
Más recientemente, en 2022, la mencionada Ley de Protección del Sol intentó revivir esta discusión. Aunque recibió apoyo unánime en el Senado, el proyecto no prosperó en la Cámara de Representantes, demostrando que, aunque existe interés en la reforma, los desacuerdos políticos y las prioridades legislativas siguen siendo un obstáculo.
