Cuando se las perseguía y solo podían existir en la clandestinidad, tener un cuerpo de vedette era lo único que podía validar una identidad travesti. Frente a la pobreza y la exclusión social absoluta en la que vivían, para lograrlo, la única opción que tenían era inyectarse silicona líquida en mamas, glúteos y caderas. Los cambios en la apariencia se hacían notar rápidamente. Hoy esa sustancia recorre sus cuerpos y las enferma. Denuncian que el sistema de salud binario no está preparado para brindarles atención y son revictimizadas.