Las casas tienen alma. Sólo hay que respetar su presencia. Y es lo que han hecho una pareja de empresarios, Juan Manuel Posaelas y Encarnación Fuentes , que acaban de abrir el primer alojamiento de Arahal después de seis años de obras, gestiones infinitas con la administración y problemas de todo tipo. Y todo porque decidieron comprar una casa que forma parte del patrimonio de Arahal , por su estructura y por su legado familiar. Cuando la han terminado, invitaron a la única persona que queda viva de la familia que la habitó desde principios del siglo XX para verla reconocida en sus ojos. La Casa de los Aromas ya acoge a huéspedes llegados de todos los puntos de España. Amparo Barrera tiene 85 años y era la más pequeña de seis hermanos. Cada vez que pasa por el número 6 de la calle Marchena se para frente a la casa y dice « mi casa ». Porque aunque hace muchos años que salió de esta bonita y típica vivienda rural en la que se crió junto a su familia, nunca dejará de ser un poco suya. «Hasta cuando la llevamos en coche, tenemos que parar para que mire hacia dentro», dice su hija Rocío García . Todo porque los recuerdos tiran de ella en el momento en que llega a la esquina de la parroquia Santa María Magdalena . Y se ve vestida de novia en la cancela de hierro de la casa (fechada en 1900), del brazo de su padre, Julio Barrera , un señor espigado y elegante, de hablar pausado y sonrisa perenne cuyos rasgos siguen impresos en blanco y negro sobre un marco en la casa donde vive Amparo en la actualidad, la misma a la que fue cuando se casó hace 56 años. «Todas, menos María, porque no se casó, tenemos la misma foto, saliendo de su brazo para ir andando a la iglesia», recuerda con la voz entrecortada por la emoción . «Han dejado la casa casi como estaba», por eso durante la visita mira cada rincón buscando reconocer sus recuerdos . Entre estas paredes nació y en ellas trajo al mundo a su primer hijo . «Ya vivía fuera pero me vine unos días para que me cuidara mi familia», dice la octogenaria. Siguió visitándolos diariamente durante años hasta que sólo quedó su hermana María dentro, debido a la edad, también tuvo que dejarla. Todos, sobrinos, nietos, tienen un trozo de alma en ella. La casa ya crea una nueva historia. Encarnación Fuentes cierra los ojos para dejar atrás los problemas. Porque por tener ha tenido hasta que hacer un proyecto arqueológico . «Cuando comenzamos a ahondar 50 centímetros en el patio interior, salió una estructura de piedra que parecía un enterramiento. La Junta de Andalucía paró la obra tres semanas, con un arqueólogo a pie de los trabajos», explica. Finalmente, decidieron que era una parte de los cimientos de la antigua casa . Y, aún así, han sido tan respetuosos con su restauración, que las piedras que sacaron del patio, están actualmente apiladas junto a uno de los numerosos arcos antiguos que han encontrado al picar las paredes para darle un uso en el futuro. «Nos hemos pasado meses viniendo los fines de semana para picar paredes», apunta la propietaria. El resultado está en casi todas las estancias del alojamiento, con un patio central rodeados de arcos de piedra recién descubiertos bajo capas y capas de cal. Cerca, un baño con otro arco y un muro de piedra. Cuando Amparo oye esto dice: «mis hermanas y yo estábamos siempre encalando ». Sus hermanas eran María, Elisa y Lola y, sus hermanos, Julio y Enrique , todos criados bajos los techos de vigas de madera que los nuevos propietarios han tenido que limpiar, tratar y reforzar, en un intento de respetar cada metro de la primera casa en la que pensaron para su proyecto de vida. «Cuando viajamos siempre elegimos alojamientos rurales porque no tienen nada que ver con un hotel. Y es justo lo que queríamos hacer en Arahal». No ha sido precisamente un camino de rosas. El proyecto de restauración les ha costado 260.000 euros, y consiguieron una subvención del Grupo de Desarrollo Rural Serranía Suroeste que les concedió una parte de la inversión (98.000 euros). Las obras han sido dirigidas por el arquitecto Luis Javier Guajardo-Fajardo y el propio propietario de la casa, Juan Manuel Posaelas, que es arquitecto técnico. El matrimonio ha quitado una a una las losas hidráulicas de los dormitorios que han convertido en salones con vistas a la parroquia. Cinco de los seis dormitorios están en la planta superior donde antiguamente se guardaba el grano y los trastos viejos. El sexto lo han puesto en la primera planta, es el único para personas con movilidad reducida . Los inquilinos duermen sobre un techo de vigas piramidal. Y cuando abren las ventanas de dos de las habitaciones que dan a la calle, encuentran al Cristo de la Esperanza , en el mural de azulejos con predominio del rojo sangre que está colocado en uno de los laterales de la iglesia vecina. «Hemos mantenido todo lo que era original, incluso muebles y lavabos antiguos que encontramos en la casa», explican. Así es como han usado cada ladrillo de barro para montar una escalera y los pasillos exteriores. Han tenido que hacer un tratamiento especial para las termitas , instalar aerotermia para abastecerse de agua caliente, cambiando íntegramente el sistema de saneamiento y electricidad. De momento, no tienen televisión pero sí internet. Un buró que fue propiedad de un poeta local y un piano Priu Maffardy Ca. de mediados del siglo pasado. Como dato curioso , el azulejo decorativo de una parte de los baños de las habitaciones, está fabricado con páginas impresas de ABC , llenas de noticias de Sevilla y su provincia, el sorteo extraordinario de la Lotería Nacional del 28 de febrero de 1976 o las viñetas de Antonio Fraguas, más conocido como 'Forges'. Julio Barrera, antiguo propietario de la casa, leía en la larga mesa del salón a diario este periódico, el 'soberado' (parte superior donde se almacenaba el grano) estaba lleno las ediciones de estos años y libros antiguos . La Casa de los Aromas tiene también sus misterios . En uno de los arcos de piedra que han recuperado, hay un ladrillo con lo que parece la mano de un niño o niña . Y muchas pisadas de pequeños animales que seguro pasaron por encima cuando aún el barro no se había enfriado. Curiosidades que cuentan a sus clientes sobre la historia de una casa con alma propia.