De acuerdo con el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicado hoy, en Ginebra, a pesar de los esfuerzos realizados, la malaria sigue siendo una amenaza para la salud pública , a nivel mundial, principalmente porque millones de personas siguen sin tener acceso a las herramientas necesarias para combatirla. Con 263 millones de casos declarados, en 83 países, durante 2023, y 600.000 victimas mortales , la malaria registró once millones de casos más que en 2022 y casi el mismo número de fallecimientos. El 95% de los contagios se contabilizaron en la región de África donde la población de muchos países sigue sin poder acceder a la prevención, la detección o los tratamientos. Aunque desde el comienzo del presente milenio se han evitado unos 2200 millones de casos de malaria y unos 12,7 millones de víctimas mortales la enfermedad sigue causando estragos entre los estratos de población más vulnerables del continente africano , mujeres embarazadas o niños muy pequeños, señaló el informe anual de la OMS. Sin embargo, no todas las noticias son preocupantes ya que en diciembre, de 2024, cuarenta y cuatro países del continente africano fueron certificados por la OMS como exentos de malaria y muchos más avanzan en esta misma dirección . A pesar de estos progresos los resultados, según el informe, siguen siendo insuficientes. Las principales amenazas que frenan el objetivo de reducir un 90% de los contagios y de la mortalidad por malaria, antes de 2030 , no están a punto de superarse debido a la fragilidad de los sistemas de salud de los países más afectados y por el problema de resistencia a los medicamentos y a los insecticidas, afirmó el estudio. Numerosos grupos de población continúan sin poder beneficiarse de los servicios de salud necesarios para tratar la malaria y atajar los estragos causados por esta enfermedad. Además, el cambio climático , los conflictos, la violencia, las catástrofes naturales y los desplazamientos de población no hacen sino agravar la situación. El informe precisó que muchos de los países afectados por la malaria sufren las consecuencias del cambio climático. En África Subsahariana, donde cada minuto muere un niño por malaria , las variaciones, de lluvias intensas a calores sofocantes, pasando por períodos prolongados de sequía han aumentando las desigualdades en la lucha contra la malaria. Según el director ejecutivo del Fondo Global para la lucha contra la Malaria, la Tuberculosis y el Sida, Peter Sands, « existen herramientas para combatir la malaria, desde mosquiteros de última generación hasta nuevas vacunas pero los avances se han estancado durante los últimos años y habría que cambiar esta situación». Los países de la región de África subsahariana siguen siendo los más afectados. En esta región once países concentraron, en 2023, dos tercios de la carga global por malaria. Estos países registraron el 94% de los casos y 95% de los fallecimientos . La mitad de las muertes ocurrieron sólo en cuatro países : Nigeria, la república democrática del Congo, Níger y Tanzania. Después de los países del continente africano, el más afectado por la malaria, la región del Mediterráneo oriental es la segunda zona más afectada. Entre 2020 y 2023 los casos de malaria en esta región aumentaron en un 62%, pasando de 6300 a 10.200 principalmente a causa de las inundaciones catástroficas ocurridas en Pakistán. Entre las tendencias alentadoras, en 2023, se encuentra la generalización del uso de mosquiteros de nueva generación, las vacunas y la quimioprofilaxis para prevenir la infección de la malaria. Se registraron también progresos notables en el diagnóstico o en el tratamiento infantil pero la vulnerabilidad de millones de personas frente a la malaria continúa siendo una realidad. Para los expertos de la OMS, el objetivo de reducir drásticamente el impacto de la malaria está aún lejos de alcanzarse. En 2023, la tasa de incidencia se elevó a 60,4 casos por 1000 habitantes, tres veces más que los 21,3 casos por 1000 habitantes necesarios para conseguir el objetivo previsto, mientras que el número de muertes duplicó la cifra de 5,5 fallecimientos por 100.000 habitantes.