El 60% de las poblaciones que buscan los arrastreros continúan sobrepescadas al llegar la fecha límite para que se explotaran sosteniblemente, pero el actual sector pesquero español no puede asumir ahora una reducción brusca de capturas
España debe prohibir la pesca industrial en más zonas del Mediterráneo ante el riesgo de colapso de especies
El 60% de las poblaciones de peces que buscan los buques arrastreros en el mar Mediterráneo están sobreexplotadas por la pesca. Eso quiere decir que se las captura más allá de lo que la especie es capaz de reproducirse para tener un tamaño sano. Es la resaca de décadas de abuso que ahora han estallado ante la propuesta de la Comisión Europea de reducir drásticamente los días de faena en el mar para cumplir el reglamento de pesca firmado en 2019 y permitir que las especies del fondo marino se recuperen.
La norma indica que el 1 de enero de 2025 todas estas poblaciones de peces demersales (stocks) deben ser pescadas de forma sostenible (no sobreexplotadas). Y marcaba un periodo de cuatro años para adaptar el sector. A la luz de los informes científicos que nutren a la UE, no se ha conseguido.
Porque la sobrepesca lo que hace es esquilmar el mar de esas poblaciones. Que las especies vayan disminuyendo o, incluso, desapareciendo de algunos lugares. Además de deteriorar los ecosistemas o perjudicar la cadena alimentaria, este desequilibrio puede llevar a la pérdida de vida marina. Además, el colapso de un stock lleva décadas para recuperarse.
De ahí la reducción drástica de días de pesca que propuso la Comisión para el Mediterráneo (de una media de 130 jornadas a otra de 27). “Un impacto brutal para el sector pesquero español”, admite Javier López, responsable de pesca sostenible de Oceana. López explica que “aunque en los últimos años sí ha habido un esfuerzo para pescar más sosteniblemente, antes se hizo muy poco porque no es presentable que el 60% de los stocks permanezcan sobreexplotados”.
Aunque en los últimos años sí ha habido un esfuerzo para pescar más sosteniblemente, antes se hizo muy poco porque no es presentable que el 60% de los stocks permanezcan sobrexplotados
En ese sentido, la FAO dijo en su última evaluación de la sobrepesca en el Mediterráneo en 2023 que, aunque el porcentaje estaba en su nivel más bajo registrado, “continúa siendo una preocupación. La presión de la pesca es, de media, el doble del nivel sostenible”.
“Han sido 20 años de inacción y cinco de dar pasitos”, aclara el coordinador de pesquerías de WWF, Raúl García, que señala a los gobiernos estatales, autonómicos y la industria. “Tenemos un problema creado a base de dinero público que incentivó la creación desproporcionada de arrastreros desde la década de los años 90”. Ahora esos buques sostienen el 75% del sector en el Mediterráneo y, de ahí, parte del conflicto.
Luego, prosigue, “se ha perdido mucho tiempo. Porque la política pesquera europea para hacer sostenible el sector se hizo en 2014, pero el reglamento para el Mediterráneo no llegó hasta 2019. Se puso en marcha en 2020 y llegó la covid así que, en realidad, empezó a funcionar en 2021”.
“Los recursos pesqueros del Mediterráneo se encuentran en una situación muy preocupante”, coincide el responsable del programa marino de la organización SEO-Birdlife, Pep Arcos, quien también apunta a “décadas de un modelo de gestión deficiente por parte de las administraciones regionales, nacionales y europea, sin olvidar la poca predisposición de parte del sector a realizar cambios para mejorar los ecosistemas marinos”.
Han sido 20 años de inacción y cinco de dar pasitos porque la política pesquera europea para hacer sostenible el sector se hizo en 2014, pero el reglamento para el Mediterráneo no llegó hasta 2019. Se puso en marcha en 2020 y llegó la covid así que, en realidad, empezó a funcionar en 2021
De esta manera se ha llegado a la fecha límite marcada por la legislación. Y a la propuesta máxima de reducción de la Comisión Europea que ha ilustrado la situación en su complejidad: un mal estado biológico en el mar y un sector económico que depende de seguir explotando esos ecosistemas. Una madeja de difícil desmarañe.
Tan difícil que los pescadores se han puesto en huelga dos días esta semana y llamaron al plan de la CE “declaración de guerra”. De hecho, la organización empresarial Cepesca ha llamado al reglamento de 2019 “camino lleno de escollos para la supervivencia de la flota de arrastre que faena en estas aguas” que ya “redujo un 40% los días de pesca”.
En esa madeja hay que añadir la idiosincrasia de la fórmula de pesca utilizada por estos barcos: el arrastre. Los barcos lanzan la red lastrada para que atrape con lo que se encuentre en el fondo del mar. Esos aparejos, en general, se llevan muchas especies a la vez. Por eso los días permitidos de pesca se calculan, básicamente, en función de lo que necesita la especie que peor está –en este caso la merluza–.
Raúl García también aclara que, a pesar de estar de acuerdo con el objetivo de recuperar las poblaciones, con la realidad actual, la aplicación directa de reducciones de mortandad fuertes “devastaría las comunidades pesqueras y haría muy difícil la transición a una pesca sostenible”. Y argumenta que “es cierto que ahora no estamos peor que hace cinco años”.
Arcos coincide en que rebajar el nivel de pesca de golpe pone “en riesgo de colapso al sector pesquero y las comunidades locales que dependen del mismo. Me sorprende que ahora la CE se ponga tan estricta con cumplir cuando mil compromisos se han incumplido o pospuesto en incontables ocasiones”.
Los gobiernos de España, Italia y Francia apostaron en su momento (el pasado noviembre) por no hacer nada. Dejar, de momento, las cosas como estaban mediante una moratoria. La idea de los Ejecutivos es que hay que dar “más tiempo” para que las medidas puestas en marcha desde 2020 se hagan “visibles”. Es la misma posición que ha defendido la Confederación Nacional de Pesca.
Raúl García considera que eso suena a que “están esperando que de un año para otro haya un subidón de las poblaciones. Una especie de milagro”. De hecho, abunda Javier López, “el sector pesquero ha tenido que ser obligado a incorporar las medidas de las que ahora se alardea”.
Él mismo resume: “Nosotros no somos amigos del arrastre, pero entendemos que puede aplicarse cierta flexibilidad porque, si no, vemos peligro de que se extienda un negacionismo que impida seguir avanzando hacia una forma sostenible de pescar”. Raúl García se lamenta de que “lo malo es que aplicar un recorte drástico daría en parte la razón al pescafascismo porque se desmantelaría mucho del sector”.