En condiciones normales el chavismo debería prepararse para entregar el poder después de la aplastante derrota sufrida el 28 de julio. Más aún, en condiciones normales en Venezuela no deberían existir presos políticos y las fuerzas militares deberían ser garantes de los derechos constitucionales para todos los venezolanos.
Esto ocurriría si y sólo si existieran condiciones normales en un régimen político con pesos y contrapesos constitucionales. Pero eso no es lo que hay Venezuela donde lo que impera no es el Estado nacional venezolano sino el fascismo chavista del siglo XXI.
Millones de venezolanos fueron testigos de primera mano de los masivos y sistemáticos fraudes electorales chavistas perpetrados en estos 25 años. Esos mismos venezolanos decidieron momentáneamente abandonar el escepticismo militante y darle una nueva oportunidad al voto como mecanismo para sacar al chavismo del poder.
La gente apoyó en forma entusiasta y mayoritaria esta propuesta porque además se les prometió que esta vez, a diferencia de las anteriores, era posible ganar y cobrar. Sugiriendo de alguna manera que la falla antes había estado en que aún ganando no se había cobrado, quizás por falta de voluntad.
Las dudas razonables de millones de venezolanos fueron atajadas con un fulminante “…esto es hasta el final”. Sin certeza sobre el significado de este “final” millones dejaron a un lado el escepticismo y la incredulidad para sumarse al jolgorio de la fiesta electoral orquestada por el chavismo. El final podría haber significado el último día de la tiranía o simplemente referirse al final de los tiempos terrenales. Eso nunca se explicó, sencillamente porque era un sofisma para inducir la emoción y la esperanza, más no la racionalidad.
Esto es, si en los meses previos al 28 de julio se hubiese podido adelantar la película para ver a María Corina Machado diciendo “ya hicimos nuestra parte, ahora le toca a la comunidad internacional” o “si Maduro se juramenta el 10 de enero será peor para él” seguramente menos gente había acudido a votar en lo que terminó siendo un robo a mano armada a plena luz del día.
Pero es que se sabía de antemano que el chavismo se iba a robar las elecciones, como siempre lo ha hecho. Solo que esta vez fue a mano armada. A nadie se le dijo que lo que se buscaba era una victoria moral o simbólica para demostrar ante la comunidad internacional que el chavismo carece de apoyo popular. De ser así, poca gente habría votado ¿Por qué? porque la promesa de ganar y cobrar siempre fue inviable ya que con el Estado chavista no existen garantías institucionales para hacer valer la voluntad popular. Y eso lo sabían desde el principio María Corina Machado y la oposición que le acompaña.
La verdad, la realidad que aún tratan de esconder a la gente es que en estas condiciones no hay forma de cobrar el triunfo electoral de Edmundo Gonzalez el 28 de julio. Por eso María Corina vuelve a matizar su discurso, esta vez para comenzar a modular las expectativas que hay con la juramentación de Edmundo Gonzalez el 10 de enero y adelantarse a la situación más probable que es la eventual juramentación de Nicolás Maduro en Venezuela rodeado de sus operadores civiles y militares.
No es otra cosa la que quiere decir María Corina Machado cuando asegura que si el 10 de enero se juramenta Nicolás maduro “será peor para él”. ¿Peor en qué sentido? ¿Es factible una intervención militar internacional para corregir esa desviación? ¿O acaso vendrán verdaderas sanciones financieras contra el régimen y sus operadores? Este es un razonamiento tan infantil como aquel que sugiere que Maduro podría renunciar si se le presentaba una “amenaza creíble”, o sea una amenaza que sin ser tal amenaza produzca el efecto intimidatorio de amenaza.
La lógica que usa María Corina Machado para enfrentar al chavismo es tan equivocada como la que ha usado la MUD a lo largo de estos 25 años. En ambos casos no solo coinciden en subestimar al chavismo sino también en suponer que es posible que el chavismo se rinda y mansamente entregue el poder. Esa manera ingenua de asumir la oposición ha sido toxica y perversa embarcando a cientos de miles de venezolanos de buena fe en intentos espontanees y suicidas que terminan en cárcel o asesinato político.
Pedirle al chavismo que se rinda y entregue el poder mientras su aparato militar-policial ejecuta linchamientos masivos de civiles desarmados es un ejercicio de sadismo o masoquismo político. Depende de cómo se le vea.
La entrada ¿Por qué el chavismo no se rinde como lo pide María Corina? se publicó primero en EL NACIONAL.