La segunda llegada de Trump a la Casa Blanca tiene a su favor no solo la experiencia del primer mandato, sino un nuevo contexto internacional que lo favorece y que el obradorato no está leyendo. En 2018, a la llegada de Lopez Obrador a la presidencia de México, Trump ya tenía dos años en el gobierno y se estaba terminando la renegociación del tratado comercial entre los tres países de América del Norte, la construcción del muro en la frontera no la estaba pagando México, como había amenazado Trump en su campaña, pero sí existieron fuertes presiones para que el gobierno de López Obrador blindara la frontera sur para que se impidiera el paso de migrantes, que obviamente no se logró finalmente, aunque Trump haya dicho que en una llamada “dobló” tanto a López Obrador como a Ebrard, y el otro tema, el del combate a los cárteles de la droga, al romper López Obrador la cooperación con las agencias norteamericanas encargadas de ello y su “estrategia” de seguridad de ‘abrazos, no balazos’ fueron la permisividad y la complicidad con el crimen organizado para que el gobierno, ya de Biden, desconfiara plenamente de que en ese tema se podría tener una estrategia conjunta cuando ellos estaban tendiendo un grave problema de salud pública y de seguridad nacional con el consumo de parte de miles de sus ciudadanos del fentanilo, la gota que derramó el vaso en la relación bilateral, sin duda, fue lo del caso Zambada.
Ahora, el Trump 2.0 mantiene más radical su discurso frente a la relación con nuestro país y reafirma, en un movimiento político nacional, que le dio no solo el triunfo del Colegio Electoral sino del voto popular, su programa de “hacer nuevamente grande a Estados Unidos”, con un control, por su parte, del Congreso y mayoría de jueces en la Suprema Corte de Justicia, lo que, aunado a los amplios poderes que la Constitución, le confiere como presidente para llevar adelante sus promesas de campaña. El anuncio de quiénes serán los que lo acompañarán en este segundo mandato presagia un endurecimiento de las medidas que realizó la primera vez y que tocan en varios puntos a nuestros intereses como país: un endurecimiento contra la migración indocumentada que implica no solo seguridad en la frontera para frenar los flujos migratorios sino la amenaza de deportaciones masivas que llevarían a una reducción inmediata del envío de remesas hacia México, con las consecuencias inmediatas de una mayor pobreza para las familias que viven de eso, amén de un grave problema humanitario de división de las familias, que estando indocumentadas allá, sus hijos nacidos en Estados Unidos ya son ciudadanos norteamericanos y ellos tienen el derecho de permanecer allá aún y que sus padres fueran deportados. México no cuenta con una economía que permita dar empleo a los deportados (sabemos que el promedio del crecimiento económico del sexenio de López Obrador fue de 0.8 por ciento) y estos como mexicanos tienen todo el derecho de exigir ya acá ser beneficiarios de los programas sociales, abultando la demanda de recursos para estos que, como sabemos, ya el gobierno no encuentra de dónde sacar dinero para financiarlos.
El otro gran tema es el compromiso de Trump ante sus seguidores de combatir a los cárteles de la droga, sobre todo, los que producen el fentanilo, aún si es necesario en territorio mexicano, lo que, sin duda, es una amenaza de graves consecuencias en la relación bilateral y en un momento en el que aún no se han restablecido las relaciones de colaboración con las agencias del gobierno norteamericano enfocadas al combate de estos, mientras que la violencia e inseguridad en los dos meses de esta segunda parte del régimen del obradorato parecen estar desbordando a las autoridades de los tres niveles de gobierno en gran parte del territorio nacional.
El tercer gran tema en relación con el gobierno de Trump es, sin duda, la relación comercial, el tratado que se renegoció en 2018 establece una revisión para el 2026, pero la guerra comercial de Estados Unidos con China se inscribe justo en la estrategia de Trump de regresar las inversiones que estaban en Asia a crear empleos para los norteamericanos, la llamada relocalización no es en automático una llegada de esas empresas de China y Asia a México, máxime cuando el obradorato no ha tenido una política económica, mucho menos una política industrial, un marco jurídico de seguridad para dichas inversiones, así como la infraestructura para ofertar a esos inversionistas y además un clima de seguridad para sus capitales y sus ejecutivos. No sé si, incluso, se cuenta con la mano de obra calificada que esas empresas requieren. El obradorato en una narración esquizofrénica se ha dedicado a atacar al modelo neoliberal, pero sabe que sin el tratado comercial, que justo es un ejemplo de política neoliberal México, estaría más que perdido.
En 1994, cuando México decidió en una jugada estratégica junto a Canadá y Estados Unidos inventar la América del Norte, había caído el Muro de Berlín y los ojos de los inversionistas estaban justo en esa región de Europa del Este, la democracia liberal estaba saliendo triunfante y México decidía voltear hacia el norte en pos de sus intereses y de la modernización (eso cambió estructuralmente no solo las exportaciones mexicanas del petróleo a bienes manufacturados, sino la estructura productiva nacional), incluso por ello, no pocos líderes de América Latina acusaban que México los estaba abandonando en su liderazgo que bien había forjado en las últimas décadas gracias a la solidaridad y la diplomacia.
Pero, hoy justo, los países del Mercosur acaban de llegar a un gran acuerdo para firmar un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, y Argentina anhela, gracias su relación de Milei con Trump, un acuerdo de libre comercio bilateral y políticos influyentes de Canadá se pronuncian por un acuerdo comercial que excluya a México. Por otro lado, la democracia liberal se encuentra en horas bajas en el mundo y el modelo autocrático gana terreno y se envalentona con esta segunda llegada de Trump, mientras que en la Unión Europea, los países líderes como Alemania y Francia, sus líderes demócratas enfrentan riesgos de ser derrotados y la OTAN analiza escenarios donde Estados Unidos le reduzcan el apoyo o incluso dejen de tenerlo. China, Rusia e incluso India enfrentan no solo a la democracia liberal, sino a Occidente mismo y todos sus valores, es decir, hay un nuevo contexto internacional, la geopolítica de hoy es diferente, ya no digamos a la que existía en 1994, sino apenas hace seis años, y que el régimen del obradorato salga a decir que para enfrentar a Trump se tiene el Himno Nacional o se mande al encargado de la diplomacia nacional a que despache en un consulado y al de seguridad a una ciudad del interior del país, solo falta que a Ebrard lo manden a una aduana para que vigile las exportaciones y las importaciones. El gobierno NO tiene una estrategia para estos retos y amenazas y para el 20 de enero de 2025 ya no falta mucho. Ese es el obradorato por si alguna duda les quedaba a algunos.