Uno de los factores que entorpece la comunicación con la Casa Blanca es que el gobierno de Claudia Sheinbaum parece no haber entendido que, para Estados Unidos, la política comercial es un elemento clave de su política de seguridad. Para Washington, el concepto de seguridad nacional incluye cualquier aspecto que pueda trastornar de manera significativa las actividades del país, por lo que incorpora en su ámbito de acción las amenazas a su economía y a su industria, a la energía que requiere, a su medio ambiente, al suministro de alimentos y al ciberespacio, que provengan de cualquier origen, además del control sobre sus fronteras y las amenazas de terrorismo en su territorio. Por ello, las principales decisiones en materia de comercio internacional, como la negociación de un tratado comercial, se toman después de considerar los argumentos del Representante Comercial (USTR), de los secretarios de Estado y de otras dependencias, de los comités asesores del sector privado –establecidos por ley desde 1974– así como del asesor de Seguridad y del resto de los miembros del Consejo de Seguridad Nacional, además que el Congreso también participa en este proceso.
En este contexto, la revisión del T-MEC redefinirá la relación de Estados Unidos con nuestro país en un entorno proteccionista y fragmentado, lejos del espíritu del libre comercio que llevó a la firma del TLCAN en 1993 y luego del distanciamiento de la 4T a partir del 2020. Durante los primeros diez meses del año, México representó 16 por ciento del comercio total (la suma de exportaciones e importaciones) de la Unión Americana, Canadá 13.8 por ciento y China 11.8 por ciento, mientras que Estados Unidos representó 61.2 por ciento de nuestro comercio total, Canadá 2.5 por ciento y China, con quien no tenemos ningún tratado comercial, 11.2 por ciento. Hasta 2022, China era el principal socio comercial de Estados Unidos, pero eso cambió a partir de los aranceles aplicados por Trump en 2018.
Trump ve las relaciones comerciales como una suma cero, lo que explica su política proteccionista. De ahí que las nominaciones de Jamieson Greer como USTR y del senador Marco Rubio como secretario de Estado, así como las designaciones del representante Mike Waltz como asesor de Seguridad Nacional y de Peter Navarro como asesor sénior para Comercio y Manufacturas reflejan la postura dura que debemos esperar en la relación comercial con el gobierno de Trump a partir del 20 de enero. Se espera la confirmación de Greer y Rubio, no por una gran mayoría, luego de varias comparecencias que no estarán exentas de controversias. Waltz y Navarro no están sujetos a confirmación.
Greer será el responsable de la renegociación del T-MEC y la contraparte del secretario Ebrard. Fue el encargado de las operaciones del USTR durante la gestión de Robert Lighthizer y se conoce su postura en contra del libre comercio y de la OMC. El principal problema que enfrentará ante el Comité de Finanzas del Senado será explicar cómo la aplicación de aranceles no generará inflación, cuando hoy en día la mayoría de las importaciones de Estados Unidos son insumos sin arancel.
Rubio, todavía senador por Florida, será la contraparte del canciller de la Fuente. Es uno de los republicanos más influyentes en los comités de Relaciones Exteriores e Inteligencia del Senado, antes quienes comparecerá. Fue uno de los principales críticos del gobierno de López Obrador, se opuso a las ventas subsidiadas de petróleo a Cuba y solicitó al Departamento de Comercio detener las importaciones mexicanas de tomate y de otras hortalizas por prácticas comerciales ilegales, sin que las investigaciones demostraran algún daño.
Waltz, el primer ‘boina verde’ electo al Congreso, sustituirá a Jake Sullivan y será uno de los funcionarios más cercanos a Trump, esperando que su experiencia militar sea determinante en la toma de decisiones de política exterior. Desde su elección en 2019, es uno de los principales opositores al régimen de Xi Jinping y no tiene una contraparte en el gobierno mexicano. De la misma manera que Peter Navarro, un incondicional de Trump que considera que el saldo de la balanza comercial es un indicador del poder de un país.
Ante estos funcionarios, México tiene que adoptar una política proactiva en Washington, un discurso transparente de acuerdo a las condiciones actuales, restablecer canales confiables de comunicación en Estados Unidos y Canadá, implementar los acuerdos pactados y tomar las decisiones pertinentes respecto a su futura relación con América del Norte y China.