Hora y media antes que comenzase la magna reapertura oficial de Notre Dame, el presidente francés, Emmanuel Macron , reunió, en el Elíseo, a Donald Trump, presidente electo de los EE. UU., y Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania. El encuentro comenzó a las 5,35 y terminó veinticinco minutos más tarde. Encuentro breve pero excepcionalmente simbólico, quizá histórico, si tuviese una prolongación posterior. El día de la reapertura de Notre-Dame, una de las matrices de la historia religiosa de nuestra civilización, ha sido un encuentro quizá esencial para el futuro de Europa. Se trata de otro encuentro personal, cara a cara, entre Trump y Zelenski: un primer intercambio directo, verbal, imprevisto, para avanzar los primeros peones de una eventual ¿negociación? entre Ucrania y la Rusia de Putin, con Trump como «intermediario» excepcionalmente poderoso En tanto que primera potencia atómica europea, Francia, Macron y sus ministros, han respondido directamente, a todas las amenazas de Vladimir Putin del «uso» de misiles nucleares. De ahí la importancia mucho más que simbólica del trabajo de «intermediario» de Macron. El encuentro fue demasiado breve para proponer un programa de acción concreto. Sin embargo, el diálogo personal entre el presidente de Ucrania y el presidente electo de los EE. UU. ha permitido concebir proyectos para el futuro de la guerra, en Ucrania. Las fuentes diplomáticas mejor informadas estiman que Zelenski ha podido trasladar a Trump las «condiciones mínimas» que Ucrania podría aceptar para estudiar un posible fin a la guerra. Hasta ayer se pensaba que Zelenski defendería, hasta el «fin» la integridad territorial «completa» de su patria. El encuentro terminó sin comunicado oficial. Quizá era prematuro presentar un eventual proceso negociador. Nadie dudaba, sin embargo, que este primer encuentro puede ser prudentemente «esperanzador».
