Con el cierre del año lectivo, el ausentismo escolar en Uruguay sigue siendo un problema significativo que pone en cuestión la bandera de la “reforma educativa” en la que se envolvió el gobierno de Luis Lacalle Pou, coordinada por el colorado Robert Silva. A pesar de la disminución de paros y obstáculos, el “síndrome del banco vacío” se agrava. Dos nuevos reportes de Ineed confirman que el ausentismo crónico está en aumento. Según estos estudios, el 66,3% de los estudiantes uruguayos ha faltado más del 10% de los días de clase entre marzo y agosto.
Este fenómeno preocupa a las autoridades, ya que dificulta cumplir con el derecho a la educación. Basta con observar que desde hace años, ni las reformas curriculares ni las iniciativas han logrado reducir significativamente las tasas de inasistencia. La Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) y los inspectores de Primaria coinciden en que sin la participación activa de los estudiantes, cualquier cambio educativo carece de sentido.
El Plan Asiste, una de las estrategias para combatir este problema, no ha generado cambios significativos en las cifras de inasistencia, según el análisis del Ineed. “Uno de los aspectos a destacar del análisis es que la tasa de ausentismo acumulado continúa aumentando mes a mes”, explica un reporte publicado esta semana, subrayando la ineficacia de las medidas implementadas.
Este aumento del ausentismo afecta a casi todos los grupos y regiones. Los varones faltan más que las niñas, y los estudiantes de escuelas rurales exhiben mayores índices de inasistencia que aquellos de áreas urbanas. Además, los niños de contextos más desfavorecidos asisten a clases con menor frecuencia que sus pares más privilegiados, lo que refleja una clara desigualdad en el acceso a la educación.
El informe del Ineed también destaca que el ausentismo no solo afecta a los menos favorecidos. Se ha observado un preocupante incremento en las inasistencias de niños pertenecientes a quintiles de ingresos más altos, posiblemente afectado por la pandemia. Este aumento se ha agudizado en casi todos los tipos de escuelas y contextos.
Una investigación de Ceibal y Primaria había señalado que los padres “subestiman” la gravedad de las inasistencias escolares. Falta a clases recurrente, como dos o tres días al mes, no alarman a las familias, según el estudio. En consecuencia, la evaluación de Ineed subraya que los días de paros y alertas meteorológicas influyen en las ausencias, sin que se modifiquen los perfiles de los estudiantes que más faltan durante el año.
A medida que finaliza el año de la “calma”, el promedio de días perdidos en la escuela alcanza los 16 de un total de 115 días lectivos. Una cuarta parte de los alumnos ha perdido más del 80% de las clases, especialmente entre quienes provienen de contextos desfavorecidos. Estos estudiantes tienen más probabilidades de sufrir ausentismo crónico y, consecuentemente, un impacto negativo en su aprendizaje, socialización, y desarrollo educativo.