La presidenta de la Comisión Europea viaja a Montevideo porque "la línea de meta está a la vista", a pesar de la oposición de Francia, Holanda o Austria
“La línea de meta del acuerdo UE-Mercosur está a la vista”. Con esas palabras ha anunciado la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, su llegada a América Latina, donde va a acudir a la cumbre de los estados del bloque Mercosur con los que se está ultimando el acuerdo comercial que se resiste desde hace décadas con el objetivo de cerrarlo en las próximas horas. Von der Leyen y el comisario de Comercio, Maros Sefcovic, se reunirán con los líderes de los países de Mercosur en la cumbre de Montevideo (Uruguay) con la intención de “finalizar las negociaciones políticas” para concluir el acuerdo.
“Tenemos la oportunidad de crear un mercado de 700 millones de personas. La mayor asociación comercial y de inversión que el mundo haya visto jamás”, ha expresado Von der Leyen en la red social X (antes Twitter). La jefa del ejecutivo comunitario ha elegido la plataforma de Elon Musk para confirmar un viaje que la Comisión Europea había mantenido en la opacidad, a pesar de las noticias sobre los avances en las negociaciones con el bloque que componen Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.
Las negociaciones se habían enquistado en detalles técnicos, sobre todo por las exigencias medioambientales, pero han vuelto a nivel político en el último momento coincidiendo con la cita en Montevideo. “El trabajo ha avanzado, los debates están en marcha también a nivel político. El comisario Maros Sefcovic está plenamente involucrado en que las conversaciones progresen y en asegurar un buen resultado para Europa señaló la directora general de Comercio de la Comisión Europea, Sabine Weyand, en el Parlamento Europeo, recoge la Agencia EFE.
La intención de la Comisión Europea, que es a la que corresponde negociar el acuerdo comercial, es reforzar su peso en la región ante el avance de otras potencias, fundamentalmente China, y en un momento en el que la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca amenaza con recrudecer la guerra comercial con más aranceles a Europa. El acuerdo con Mercosur abriría importante un mercado libre de aranceles de la UE con América Latina. En Bruselas confían en que una vez cerrado el texto, los países que han mostrado oposición rebajen sus críticas.
Francia, que está justo sumida en una crisis política tras la moción de censura, es el principal país de la UE que se opone a la ratificación del acuerdo comercial. También Holanda y Austria lo han rechazado. Italia considera que aún se deben hacer ajustes, según ha publicado la agencia italiana ANSA. Por el contrario, España ha empujado para que el acuerdo salga adelante, al igual que Alemania.
Por el lado latinoamericano, la Argentina de Javier Milei, crítico con los acuerdos multilaterales, es la que planteaba más dudas mientras que el brasileño Lula da Silva es uno de los más defensores y ha restado importancia al 'no' de Francia, al recordar que es la Comisión Europea la que lleva la batuta.
El acuerdo entre la UE y Mercosur se resiste desde el siglo pasado. Fue en 1999 cuando la Comisión Europea recibió el mandato de iniciar unas negociaciones que se prolongaron 20 años hasta que en junio de 2019 se alcanzó un principio de acuerdo que fue aplaudido, entre otros, por España.
Sin embargo, la letra pequeña –y la rúbrica de un acuerdo de esas características con el entonces presidente ultraderechista de Brasil Jair Bolsonaro– se toparon con resistencias, fundamentalmente, en el Parlamento Europeo y en países como Alemania, Francia, Austria, Holanda o Irlanda, entre otros. La deforestación de la Amazonia y la emergencia climática fueron las principales razones en aquel momento, además del reconocimiento más o menos explícito de la preocupación por el sector agrario europeo. Los agricultores franceses están en pie de guerra contra la firma del acuerdo.
Con la UE dividida, el acuerdo sufrió un frenazo. Comenzaron entonces otras conversaciones –sepultadas en la opacidad que suele caracterizar a las negociaciones en las que están en juego ingentes cantidades de dinero– para agregar al acuerdo un instrumento conjunto en el que se recogieran algunas de las preocupaciones relativas al cuidado del medioambiente o los derechos de los trabajadores, especialmente el combate contra la explotación de menores, que para las organizaciones sociales son absolutamente insuficientes.