La primera película de Gonzalo Perdomo es un interesante thriller doméstico que aprovecha los pocos elementos que maneja para regar poco a poco, casi gota a gota, una tensión y una angustia que crecen al mismo ritmo que la curiosidad del espectador. Una situación, un escenario y dos personajes a los que se unirá, con mucho protagonismo, un tercero. El guion es del propio Perdomo junto a Andrés Martorell, guionista habitual de Helena Taberna, y se acoge a algunas claves que ya han demostrado su eficacia en este tipo de películas: una mujer sola con su hija pequeña en una casa, la visita de un extraño en busca del marido, un clima de claustrofobia y un conflicto que irá desvistiéndose con intriga… El trabajo de los protagonistas, Juana Acosta, y Julián Román, 'la visita', tiene también una interesante progresión, de la extrañeza a la inquietud y de la inquietud a la amenaza. Y el desarrollo está tratado con mucho cálculo para que el sentido del humor y un cierto toque folclórico colombiano no le impidan tener mucha potencia a las situaciones angustiosas. En el fondo de la trama bullen asuntos varios que tienen que ver con el dinero, las infidelidades (matrimoniales y de las otras), las diferencias sociales y los tratos turbios con traficantes de todo tipo. En fin, que uno no se aburre mientras se deshoja la cebolla de la trama. Es inquietante el manejo de la relación de esa mujer con ese extraño, a veces educado, a veces impertinente y amenazador, y están bien modulados los cambios y las artimañas, y una sutil complicidad geográfica, gastronómica, musical y, en el fondo, social (los mejores tramos de la película, y bien turbios por la interpretación de Juana Acosta y el picarón Julián Román). La historia espera impaciente la llegada al ring del tercer personaje, que interpreta Israel Elejalde con esa pasión fatua de un político de hoy en día, aunque en su camino hacia el desenlace, la película pierda algo de sustancia.