Pocas veces se ha visto a la ultraderecha aliarse con causas impulsadas desde la izquierda. Sin embargo, Francia, en un movimiento sin precedentes, ha decidido apartar al primer ministro Michel Barnier mediante una moción de censura presentada por la coalición de izquierdas Nuevo Frente Popular y respaldada por Marine Le Pen y los suyos. El Gobierno de Barnier ha sido el más corto de la historia de la República francesa; apenas tres meses han transcurrido desde que el presidente Emmanuel Macron lo nombró.
La crisis política que se ha desatado obligará a Macron a negociar prematuramente con diferentes partidos políticos para sacar adelante sus planes en el Ejecutivo. No obstante, el presidente galo ha hecho hincapié en que su continuidad no está en riesgo, aunque la oposición lleve ventaja al señalarle como único responsable de la coyuntura política y parlamentaria del país.
El primer ministro francés fue incapaz de construir una mayoría parlamentaria sólida y, a decir verdad, el país vecino ya estaba sumido en un torbellino de divisiones políticas desde julio de este año, cuando se celebraron las elecciones legislativas en las que Macron perdió la mayoría absoluta y, con ella, su gobernabilidad. Cada nueva ley o modificación requería una incómoda votación que estancaba el proceso legislativo y, en consecuencia, al Estado francés en su conjunto.
El detonante de la moción de censura fue esta misma situación de incertidumbre y falta de acuerdos constantes, trasladada a la dificultad de aprobar los presupuestos de la Seguridad Social. Barnier hizo uso de una vía poco frecuente, conocida como "opción nuclear", al recurrir al artículo 49.3 de la Constitución Francesa, que permite esquivar la votación parlamentaria para aprobar los presupuestos.
Está claro que la "opción nuclear", vista también como una actuación autoritaria, abre la puerta a las mociones de censura. En este caso, tanto la izquierda agrupada en el Nuevo Frente Popular como la extrema derecha liderada por Le Pen no se hicieron esperar. Con esta suma de fuerzas políticas opuestas, la moción de censura obtuvo los votos necesarios (331) para disolver el Ejecutivo, un suceso que no ocurría desde 1962 con George Pompidou.
Con este suceso, el Nuevo Frente Popular ha demostrado su capacidad para movilizarse y ejercer presión incluso en un Parlamento fragmentado. Emmanuel Macron, en su calidad de presidente, se enfrenta al enorme reto de nombrar a un nuevo primer ministro que pueda construir consensos. Los posibles candidatos incluyen tecnócratas o figuras moderadas capaces de calmar las tensiones políticas.
Además, Francia corre el riesgo de entrar en una parálisis política prolongada. Sin una mayoría clara, cualquier nuevo gobierno tendrá dificultades para implementar reformas significativas en áreas críticas como la economía, el empleo o el presupuesto. No cabe duda de que la incertidumbre es uno de los peores males para la economía de un país, en especial Francia, que ya se enfrenta a desafíos como la inflación y el déficit público.
El presupuesto para 2025 fue aprobado sin votación parlamentaria, probablemente debido a las medidas controvertidas que contenía para equilibrar las cuentas públicas. Una de las más destacadas es el aumento de siete horas de trabajo no remunerado al año para todos los trabajadores, con el objetivo de recaudar 2.5 mil millones de euros destinados a políticas para personas mayores.
También se redujo el reembolso público de consultas médicas del 70 % al 60 %, lo que transfiere costos adicionales a los seguros privados y podría incrementar las primas de los asegurados, y finalmente, la introducción de un impuesto solidario sobre boletos de avión para financiar iniciativas sociales y ecológicas.