El incremento de 12 por ciento a los salarios mínimos a partir del mes de enero no fue sorpresivo –se esperaba esa cifra desde hace tiempo–, pero no por ello dejará de tener impactos diversos tanto en el poder de compra de las familias como en los costos de las empresas.
Pudiera pensarse que todo es positivo y de celebración, pero ya veo a muchos empresarios a los que está doliendo este aumento, al margen de lo que digan sus representaciones.
Veamos primero algunos datos.
Si estimamos una inflación para 2024 de 4.5 por ciento, cuando se aplique el incremento, en enero de 2025, el poder de compra de los minisalarios estará 7.2 por ciento por arriba de los de enero de 2024.
Si el comparativo se hace con el mes de enero de 2019, al comenzar el gobierno de López Obrador, el incremento nominal sería de 171.5 por ciento.
Con una inflación estimada de 35.4 por ciento para ese periodo, entonces observamos que el incremento real desde 2019 habrá sido de 100.5 por ciento.
El salario mínimo general será de 278.80 pesos diarios a partir de enero.
Este monto será equivalente al 48 por ciento del salario medio con el que hoy se cotiza al IMSS.
En 2019, ese porcentaje era de 29.2 por ciento, lo que refleja cómo se ha ido cerrando gradualmente la brecha entre el salario mínimo y el salario promedio.
Con todo, no solo han crecido los salarios mínimos en el lapso referido.
El salario promedio de cotización, que es una referencia de los ingresos promedio de los asalariados del sector formal de la economía, se incrementó en 55.5 por ciento en términos nominales entre octubre de 2019 y el mismo mes de 2024.
Esto significa un alza de 18.7 por ciento en términos reales.
Esto significa que el alza real de los salarios promedio ha sido aproximadamente una quinta parte que la de los salarios mínimos.
Si esta lógica siguiera para el 2025, podría esperarse un incremento real de alrededor del 1.5 por ciento para el próximo año.
Con una inflación que pudiera estar en el 3.8 por ciento para diciembre del próximo año, quizás tuviéramos incrementos de los salarios medios de alrededor del 5.4 por ciento en términos nominales, ligeramente por debajo de los que hemos visto en los últimos dos años.
Todos estos son los aspectos positivos del incremento salarial, que van a ser una base importante del crecimiento del consumo para el próximo año.
El ángulo que ya no es tan positivo en la perspectiva empresarial es el incremento de los costos.
Un indicador interesante es la proporción de los salarios en el PIB.
El reporte más reciente del INEGI indica que en el primer semestre de este año, ese monto era de 28.5 por ciento.
Esto quiere decir que, del total del ingreso generado por la economía, hasta la mitad de este año, el 28.5 por ciento era explicado por las remuneraciones a los asalariados.
En el año 2018 la proporción había sido del 24.7 por ciento, lo que implica un incremento de 3.8 puntos porcentuales del PIB desde aquel año.
Pareciera que la cifra no es tan grande, pero eso implica, a precios de este año, un monto de 1 billón 112 mil millones de pesos adicionales que fueron a los bolsillos de los trabajadores remunerados.
El impacto es muy diferente según el tipo de empresa.
En aquellas en las que hay una alta inversión de capital, los salarios pesan poco en los costos totales.
En contraste, en las más pequeñas, sobre todo las del sector comercio y de los servicios, el impacto puede ser mayor.
El salario medio de las empresas más grandes es de 20 mil 462 pesos mensuales.
En contraste, el de las más pequeñas es de 11 mil 990 pesos.
En el caso de las pequeñas empresas, el salario promedio va a estar apenas 36 por ciento por arriba de los salarios mínimos.
Por esa razón, quizás tengan presiones alcistas mayores a los de las empresas más grandes.
Habrá que cuidar más a este segmento del empresariado, que a veces es muy desdeñado por las autoridades.
Ya veremos si en este sexenio se le pone más atención.