Washington. El recrudecimiento de la guerra civil en Siria captó nuevamente el interés internacional de Estados Unidos, un conflicto que este país intentó dejar atrás con resultados limitados. Este nuevo episodio de tensión en una región caótica ocurre a menos de dos meses de la investidura de Donald Trump. Su equipo podría percibir una oportunidad para replantear la política hacia Oriente Medio, aunque persisten múltiples incógnitas.
La ofensiva de los rebeldes islamistas, que tomaron Alepo, la segunda ciudad siria, llega después de que Israel intensificara esfuerzos para debilitar a Irán y a la milicia proiraní Hezbolá, aliados clave del régimen de Bashar al Asad. En un contexto marcado por conflictos como la guerra en Gaza, la postura de Washington hacia Siria ha cambiado en la última década. Aunque Asad perdió legitimidad por su brutalidad, Estados Unidos no prioriza su derrocamiento ni respalda abiertamente a los rebeldes.
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“La administración de Joe Biden relegó a Siria a un plano secundario. Ya no es una prioridad”, afirmó Andrew Tabler, exasesor sobre Siria en el gobierno de Trump y analista del Washington Institute. Tabler considera que, aunque Estados Unidos desvincule su atención, el conflicto no desaparecerá.
El analista sugiere que los recientes cambios en el terreno podrían abrir la puerta a una solución negociada, una alternativa que Asad ha rechazado. “Un nuevo gobierno podría gestionar mejor el conflicto si le presta más atención”, comentó Tabler.
Durante el mandato de Barack Obama, la estrategia consistió en aliarse con combatientes kurdos para derrotar al Estado Islámico, resistiendo presiones para atacar a Asad o respaldar a los rebeldes. Actualmente, unos 900 soldados estadounidenses permanecen en Siria.
En su gobierno, Trump ordenó inicialmente retirar las tropas, cediendo a la presión de Turquía, que respalda a los rebeldes y considera a los kurdos sirios como una amenaza. Sin embargo, revirtió su decisión tras llamados internacionales liderados por Francia. Entre los desafíos para la administración Trump, destaca la designación de Tulsi Gabbard como directora de Inteligencia, quien generó controversia con declaraciones que algunos interpretaron como favorables a Asad.
Joshua Landis, experto en Siria de la Universidad de Oklahoma, señala que la prioridad de Estados Unidos fue fortalecer a Israel y debilitar a Irán y Rusia. “La ofensiva rebelde beneficia a Estados Unidos al alterar de manera significativa la seguridad en Oriente Medio”, explicó. Un eventual triunfo rebelde fracturaría la influencia iraní en la región, conocida como la Media Luna chiita, y representaría un golpe estratégico para Irán, mientras fortalecería a Israel.
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Aunque fue criticada por su aparente inacción, la administración Biden destinó más de $1.000 millones en el último año para ayuda humanitaria a los desplazados sirios. Sin embargo, mantiene sanciones contra la reconstrucción en áreas controladas por Asad sin que este rinda cuentas.
Pese a esto, varios países árabes retomaron relaciones con el régimen sirio, considerando que el conflicto se estancó. Incluso naciones europeas, como Italia, reabrió embajadas en Damasco, buscando estabilidad para evitar una crisis migratoria similar a la de hace una década.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), los recientes combates han desplazado a casi 50.000 personas, aumentando las necesidades humanitarias con la llegada del invierno. “Esto plantea interrogantes sobre el destino de los desplazados y la reconfiguración de la región”, afirmó Mona Yacoubian, vicepresidenta del Instituto de la Paz de Estados Unidos.