Hay un dicho que señala que Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses.
Creo que eso mismo es lo que podría aplicarse a Canadá.
Y creo que debería aplicarse con México. Pero, creo que no se asume así y por eso luego nos metemos en tantos problemas.
¿A qué juegan los líderes políticos de Canadá? A defender sus intereses.
Ellos consideran que está en primera instancia la preservación de su relación comercial con Estados Unidos.
Y si México sale perjudicado en ese juego, pues muy su problema.
No valdrá mucho que les recordemos el episodio de septiembre de 2018, cuando Canadá abandonó las negociaciones de la renegociación del TLCAN, pues consideró inaceptables los aranceles al acero y aluminio impuestos por Trump.
No valdrá recordar que los negociadores y líderes mexicanos, Peña Nieto y López Obrador, insistieron en público y en privado que era mejor un tratado trilateral y no dos tratados bilaterales, trabajando en rescatar a Canadá para el Tratado.
Ni vale pedirles que reconozcan a México ese apoyo.
Lo que hoy no quieren es que, por una circunstancia que atribuyen a México –quizás con razón, por cierto– el flujo de indocumentados y el tráfico de fentanilo, vayan a salir castigados con un arancel, que perciben, no les debe tocar a ellos.
Si alguien espera que Canadá sea solidario con México y le diga al gobierno de Trump que no debe amagar con ese arancel para sus socios comerciales, creo que apunta equivocadamente.
Canadá no nos va a defender, tras lo que vimos en los días recientes.
Tendremos que defendernos nosotros.
A Canadá no le interesa demasiado la relación con México, pues le exportamos apenas 1 mil 455 millones de dólares en septiembre frente a los 41 mil 533 millones que vendimos a Estados Unidos.
Y les compramos tan solo 827 millones de dólares frente a los 19 mil 529 millones que le compramos a Estados Unidos.
Ni modo. Debimos haber construido una relación económica y comercial más sólida con Canadá, pero no lo hicimos.
Ahora a ellos no les importaría tanto dejarnos fuera de un nuevo tratado comercial con Estados Unidos.
Eso no quiere decir que debamos darle la espalda a Canadá. Hay que tratar de convencerlos de que les conviene que los dos países socios de Estados Unidos, actúen en conjunto, pero también hay que prepararse para que Canadá no lo haga.
El proceso electoral en el que están metidos y que tiene a Trudeau con un pie fuera del gobierno si esta vez las encuestas no fallan, contamina todas las posiciones.
Para negociar con alguien como Trump, hay que usar todos los recursos al alcance.
México debe considerar el mejorar la vigilancia de las fronteras y tratar de reducir la llegada de indocumentados a la frontera norte. Ni modo si internamente se acusa al gobierno de responder a las presiones de Trump.
Si en el futuro Trump accede a una discusión más amplia del tema, será muy bueno, pero en el corto plazo México debe poder ofrecer cifras que muestren que ese flujo se está reduciendo.
Lo mismo vale para el tráfico de fentanilo, lo que implica hacer una limpia en las aduanas del país, particularmente en las de los puertos del Pacífico, lo que va a ser aplaudido por muchos empresarios.
Habrá que aprender a jugar con los símbolos, tal y como hace el propio Trump.
La clausura de la Plaza Comercial de Izazaga, en el centro de la Ciudad de México, pareciera ser un indicio de que estamos aprendiendo.
Pero, al mismo tiempo, conseguir a todos los aliados que sea posible en el vecino del norte.
Sobre todo, a los empresarios norteamericanos que han probado las ventajas del Tratado, y también a legisladores, a gobernadores y a todas las voces que respalden el Tratado y que puedan influir en el gobierno de Estados Unidos.
Trump no es un marciano. Es un político norteamericano, que ha triunfado por criticar al ‘establishment’, pero que sabe hasta dónde puede ir y hasta dónde no.
Ya tiene la experiencia de su mandato anterior.
También nosotros debemos aprender de esa experiencia y sentarnos a la mesa con la mejor jugada disponible.
¿Podremos?