Boualem Sansal es un gran escritor argelino, un hombre valiente, que se ha alzado a la vez contra el islamismo criminal y contra el régimen dictatorial imperante en su país. Es también mi amigo del alma. Fue arrestado el 16 de noviembre a su llegada al aeropuerto de Argel. Durante cinco días no se supo nada de él: no contestaba al teléfono, ni siquiera a su esposa. Estaba en paradero desconocido. Finalmente, frente a las demandas de su editorial, Gallimard, de la Academia francesa (fue galardonado en 2015 con su gran premio por su novela '2084. El fin del mundo'), de varios órganos reagrupando a intelectuales , entre ellos el PEN Club, la agencia oficial de prensa del régimen acabó por emitir un comunicado acusando al escritor de cuestionar la integridad territorial del país, ya que había puesto en duda la legitimidad de sus fronteras, heredadas de la era colonial, que habían arrebatado a Marruecos parte de su territorio y, de paso, a Francia, su tierra de elección, de ser «macronita-sionista» (por las gestiones de Emmanuel Macron para su liberación y por ser el autor titular del premio de literatura Jerusalén). Está acusado de terrorismo… Pero Boualem Sansal es el hombre más pacífico del mundo, como me escribía en un mensaje enviado por correo electrónico: «Vivimos un verdadero drama, la maquinaria terrorista va a volver a actuar con creces. Este mundo está loco y sobretodo está gobernado por ineptos que tienen una alcancía en el lugar del cerebro, todos trabajan para los mercaderes de armas». Me había encontrado con él de pura casualidad, el 11 de septiembre de 2023 (la fecha es altamente significativa: la de los ataques del terrorismo yihadista contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono, cerca de Washington). Me estaba tomando un café sentado en una acera de mi barrio y él pasó por delante. Al acercármele, cosa nada habitual para un escritor que es conocido y reconocido sólo por minorías, empezamos a comunicar como si fuéramos hermanos, de escritura y de lucha: tantas cosas unen a Argelia y a Cuba, por la naturaleza de sus regímenes, el de Cuba, comunista desde 1959; el de Argelia, socialista desde 1962, y su complicidad a lo largo de esa ya larga historia, ya que Cuba ha enviado tropas para combatir contra Marruecos al lado de los argelinos durante la «guerra de las arenas» en 1963-1964 y apoyado al Frente Polisario en sus reclamos sobre el Sahara. De ahí viene sin duda la animosidad actual del Gobierno argelino contra Francia. Macron ha tomado partido por Marruecos aunque, con su política del 'en même temps' («al mismo tiempo»), ha reconocido, de facto, la culpa de Francia durante su lucha contra los independentistas del Frente de Liberación Nacional (FLN). El escritor, a quien el presidente francés le otorgó personalmente la nacionalidad a principios del año 2024, se ha vuelto, muy a pesar suyo, un símbolo de rechazo de todo lo que él detesta: un Gobierno corrupto, aliado de toda la ralea del planeta, de Vladímir Putin en particular, y que practica una islamización rampante, además de una arabización permanente, contra la lengua francesa, que Boualem Sansal usa con fruición y de forma brillante. Él no es el único en la mira del poder argelino. Poco antes, el 4 de noviembre, el jurado del Goncourt le otorgó su premio a Kamel Daoud por su novela 'Houris', un libro que aborda de manera un tanto tremendista la guerra civil desatada por el Frente Islámico de Salvación (FIS) y el Grupo Islamista Armado (GIA), en el transcurso de los años 1990, contra el régimen del FLN, que tuvo a su frente a Buteflika, después de haber sido gobernado antes por Ben Bella y Boumedienne, así como por otros más efímeros, varios de ellos asesinados. Daoud es mejor periodista que novelista; sus artículos denuncian la amenaza que representa el islamismo para Europa, poniendo de relieve las agresiones y violaciones por hombres magrebíes contra las mujeres en Colonia y en otras ciudades alemanas durante la Nochevieja de 2015. Es eso lo que no le perdonan los militantes y simpatizantes de la extrema izquierda francesa, que lo tildan de «racista» (el colmo), igual que a Boualem Sansal, a quien acusan de ser de extrema derecha y sionista por haber ido a Israel en 2012 para participar en un festival literario durante el cual pudo intercambiar con su admirado novelista David Grossmann y, también, apreciar la diversidad étnica, linguística y religiosa de Jerusalén, a pesar de las eternas tensiones. También por haber concedido una entrevista a una publicación confidencial, 'Frontières', catalogada asimismo de extrema derecha. Con algunas excepciones (entre las cuales se halla Annie Ernaux, Nobel de literatura, cercana a Jean-Luc Mélenchon, el 'tonitruante' líder de la Francia Insumisa, gran amigo de Pablo Iglesias, de los hermanos Castro, de Hugo Chávez, de Nicolás Maduro y de todos los dictadores latinoamericanos de izquierda), se niegan a tomar la defensa del escritor encarcelado. Ciertamente, desde el inicio de su carrera literaria, comenzada tarde (antes fue ingeniero y funcionario), a los 50 años, en 1999, con 'El juramento de los bárbaros', hasta ahora, en que cumplió 75, Boualem Sansal no se anda con rodeos. Con '2084. El fin del mundo', compuso una siniestra distopía, prolongación del 1984 del maestro George Orwell, en que 'Big Brother' ya no es un tirano comunista al estilo soviético sino algún líder islamista como los hay tantos en el mundo árabo-musulmán y en Occidente. Boualem Sansal nos advierte: «Duerman tranquilos, buenas gentes, todo esto es perfectamente falso». Su novela es como una pesadilla, en la que, al contrario de 1984, no hay ninguna posibilidad de amor, aunque traicionado, salvo, al final, un atisbo inconcluso, ya que el mundo islamizado aplasta a las mujeres y todo lo que pueda resultarle inmoral. Boualem Sansal se negó a abandonar Argelia, donde está a merced del poder dictatorial y de los islamistas. Cree, en efecto, que los mismos peligros acechan en Francia y en Europa en general. No puede haber descanso de los intelectuales que se respetan hasta obtener su liberación. Por mi parte, deseo que podamos cuanto antes, como habíamos convenido, ir a comer un cuscús, el plato típico de su tierra natal, acompañado con una buena cerveza, desafiando a los islamistas que pululan por todas partes, hasta en nuestras tierras. Mi querido amigo Boualem Sansal es un heraldo de la libertad universal.