Definitivamente, las fiestas de aniversario no le sientan bien al
Barça y ayer repitió la derrota que ya sufrió celebrando el centenario hace un cuarto de siglo. Sumar un punto de nueve posibles obliga a
Flick a revisar el manual y corregir los desajustes. Sin caer en dramatismos ni catastrofismos, el alemán debe analizar las causas de este cambio de dinámica. Parece que los rivales hayan empezando a encontrar el antídoto a su innovadora apuesta futbolística. Es una pena que se haya dilapidado la ventaja y que pese a las inmejorables sensaciones que empezó transmitiendo, los últimos tropiezos evitables provoquen que el Barça de
Flick acabe teniendo los mismos puntos que tenía con
Xavi en la jornada 15. Ni antes era tan bueno ni ahora tan malo. Quizás, el bajón se explique por la ausencia de algunos titulares en los últimos partidos, como
Casadó,
Balde, que cayó lesionado, o Lamine Yamal, reservado de inicio, que habían conseguido la gran coordinación a la que obliga esta arriesgada manera de jugar. Podría ser que los suplentes necesitaran más rodaje para aprender los automatismos. Sorprende que
Dani Olmo, el fichaje estrella de este verano, no tenga más protagonismo. En la plantilla hay jugadores con un perfil repetido, con varios buenos futbolistas que actúan de mediapunta y en cambio faltan extremos puros que desborden por fuera. Por algo querían fichar a
Nico Wiliams. En la magnífica gala del 125 aniversario se evidenció la potencia y magnitud de esta institución, cuya grandeza se ha construido más allá de los resultados deportivos. La carga simbólica que tuvo, tiene y tendrá, le hacen un club único. Y esa es su verdadera victoria.
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