El socialista deja de ser Alto representante de la UE con frustración ante las dudas sobre la ayuda a Ucrania frente a Rusia ahora que vuelve Trump y por la matanza en Gaza ante la que no ha conseguido sacar al club comunitario de la equidistancia con Netanyahu
Borrell se despide con un ‘no’ de la UE a romper con Israel: “La historia nos juzgará. He hecho lo que creía que había que hacer”
Josep Borrell (La Pobla de Segur, 1947) se despide de su puesto como vicepresidente y Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad con el que el político catalán ha coronado la cima de la diplomacia europea. En los últimos cinco años ha intentado, sin mucho éxito, que el club comunitario “hablara el lenguaje del poder”; pero él mismo reconoce que es complicado que a la UE se le tenga en cuenta como una potencia geopolítica si no está unida y si la toma de decisiones se alarga meses por la necesidad de lograr unanimidad.
Su marcha es más bien un adiós. A los 77 años, Borrell se ha definido como el “último superviviente socialista de la transición” en activo y ahora reconoce que le toca “vivir más tranquilo”. Ministro de Exteriores, presidente del Parlamento Europeo, candidato temporal a la presidencia del Gobierno, ministro de Obras Públicas, secretario de Estado de Hacienda… En su último acto político, un coloquio en un think tank, le regalaron un cuaderno para que escriba sus memorias, pero seguramente se quede corto.
Borrell aterrizó en Bruselas (por segunda vez) en diciembre de 2019 designado por Pedro Sánchez como apuesta española para el gobierno comunitario. El catalán había ganado las elecciones europeas con mejor resultado para el PSOE que el que el propio Sánchez logró en los dos comicios generales que se celebraron ese mismo año. Didáctico, sin pelos en la lengua y beligerante contra el independentismo catalán, obtuvo un respaldo del 33%. Pero no cogió el acta de eurodiputado.
Entre las elecciones y su nombramiento como alto representante, se mantuvo como ministro de Exteriores del primer Gobierno en solitario de Sánchez. Su unión se produjo especialmente en 2016, cuando Borrell se vio reflejado en el líder socialista al que los barones del partido querían defenestrar. Las luchas cainitas en el socialismo, que siguen a la orden del día, habían devorado a Borrell décadas antes, cuando en 1999 tuvo que renunciar a la candidatura a la presidencia del Gobierno tras haber vencido a Joaquín Almunia en las primeras primarias celebradas en el PSOE.
Borrell se convirtió entonces en uno de los principales escuderos de Sánchez en su épico retorno al liderazgo del partido. Una vez en el Gobierno, y con la dependencia de ERC, con la que el socialista catalán protagonizó choques, su presencia enrarecía la relación. Y ahí fue el momento de regresar a Bruselas, como jefe de la diplomacia, una década después de haber presidido el Parlamento Europeo.
El nombramiento de Borrell llegó empañado por una multa de la CNMV por usar información privilegiada en la venta de acciones de Abengoa cuando era consejero de la empresa. Pero el asunto pasó rápidamente a la historia y el socialista entró en la espídica vorágine de la política internacional que le ha llevado a recorrer miles de kilómetros.
“Es una mente absolutamente privilegiada, con una memoria privilegiada. Pese a la fama de colérico que tiene, siempre escucha. Es un político brillante y siempre ve cuatro o cinco pasos más adelante de lo que está pasando”, dice alguien que ha trabajado mano a mano con él.
“Empecé mi mandato hace cinco años y en el orden del día del Consejo de Asuntos Exteriores estaban Rusia y Ucrania, Oriente Medio y Estados Unidos”, rememoró Borrell en la rueda de prensa posterior al último encuentro con los ministros de Exteriores, con los que se ha reunido en ese formato 122 veces.
“Hace cinco años debatimos sobre Rusia y Ucrania, no sobre la guerra, sino sobre el proceso dentro del formato de Normandía. Hablamos de Oriente Próximo, no de las guerras, sino de las crecientes tensiones con Irán. Y hablamos de la relación con la administración de Trump y de su cooperación o de la falta de cooperación entre la administración de Estados Unidos y la administración de la Unión Europea”, explicó el alto representante, que presentó su mandato como una especie de espiral en la que todo ha ido a peor desde la vuelta del líder populista republicano hasta el recrudecimiento de la guerra comercial con China.
Durante su mandato ocurrió lo que nadie había imaginado en las últimas décadas: una guerra a las puertas del club comunitario con la invasión rusa de Ucrania. Borrell se ha enfundado vestimenta pseudo militar varias veces para viajar a Kiev y una de las principales medidas que cuenta en su haber es el haber diseñado un mecanismo para dotar al ejército de ese país de armamento europeo superando una barrera que nunca se había producido. A partir de ahí, se han ido superando tabús, como el envío de tanques, después de aviones de combate y ahora la posibilidad de atacar suelo ruso con las armas de los aliados.
“¿Quién podía imaginar hace cuatro años que tendríamos tropas norcoreanas en la frontera europea?”, se preguntó Borrell en su último acto político el jueves en el que reconoció que Ucrania había sido un “catalizador” para una de las medidas de su mandato: la brújula de defensa europea. Él mismo reconoció que, sin esa guerra, habría pasado desapercibida.: “Hoy todo el mundo sabe que Europa está en peligro”. Sin embargo, al marcharse se ha atrevido a pronunciar el temor que hay en muchas capitales y, sobre todo, en Kiev: que Trump retire el apoyo y la UE no pueda asumir toda la ayuda a Ucrania. “No creo que nadie tenga la respuesta”, admitió.
Borrell habla claro y eso, sumado a su carácter, le lleva a hacer siempre muchos amigos. Como él mismo reconoció en esa charla, en una visita a Moscú en 2021, el ministro de Exteriores le advirtió de que si sacaba el tema del opositor Alexei Navalni, él respondería con la “represión” del independentismo catalán.“Pasó eso”, relató el todavía jefe de la diplomacia. “Navalni está muerto. Es lo importante”, agregó antes de ironizar con la muerte del líder de los mercenarios de Wagner, Yevgeny Prigozhin: “Fue una defenestración a 10.000 metros”.
Pero también dentro de casa ha tenido encontronazos. Su relación con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, siempre ha sido tensa y, a raíz de la masacre en Gaza quedó absolutamente expuesta. Borrell ha sido de las pocas voces que ha criticado la equidistancia de la UE con Benjamín Netanyahu y que más claramente ha denunciado la vulneración del derecho internacional y humanitario en esa matanza.
“¿Cómo es posible que no veamos que el gobierno de Netanyahu está pisoteando el derecho internacional humanitario, que está violando sistemáticamente el derecho internacional humanitario?”, lamentó antes de participar en un acto sobre la solución de los dos estados. Borrell se revuelve cada vez que le acusan de antisemita y recuerda que conoció a su primera esposa en un kibbutz. “Deje de esconderse en el antisemitismo”, le pidió a Netanyahu, que usó esa baza para defenderse de la orden de arresto internacional que pesa sobre él y el exministro de Defensa.
Él se va con la conciencia tranquila y avisando de que rebelarse contra esa decisión de la justicia internacional resta “credibilidad” a la UE. “La historia nos juzgará. He hecho lo que creía que había que hacer”, dijo tras la última reunión con los ministros de Exteriores en la que intentó sin éxito suspender el diálogo político con Israel como gesto simbólico por la matanza en Palestina. Era la última oportunidad. Su sucesora, Kaja Kallas, tiene una posición sobre Oriente Medio mucho menos ambiciosa y su obsesión es Vladímir Putin.
A lo mejor tiene más suerte a la hora de tejer consensos en un área que requiere la unanimidad de los 27 y, precisamente, una de las cosas que le reprochan a Borrell es que en numerosas ocasiones haya hablado como alto representante sin la requerida posición común.
“Tenemos que estar más unidos si queremos hablar el lenguaje del poder. Si queremos ser un actor geopolítico, tenemos que estar más unidos. Más unidos, más cercanos a nuestros socios y más realistas en nuestra aproximación al resto del mundo. Durante estos cinco años he intentado hacer todo lo posible por superar los bloqueos y la parálisis para que la Unión Europea sea capaz de reaccionar lo más rápidamente posible”, es el mensaje que Borrell deja antes de jubilarse. “Quedan muchas montañas por subir”, dijo en marzo en una entrevista en elDiario.es y lo que ya ha anticipado es que, a partir de ahora, podrá ser aún más “franco”.