Sea cual sea el desarrollo del Congreso, antes de empezar ya era un fracaso. Sencillamente no podía cumplir las expectativas con las que se convocó. El teatro funcionará, claro, con el aplausómetro a tope —como a su llegada en plan estrella de rock con la banda sonora del Starlight de Muse— y sus dosis de euforia en el patio de butacas incluso ante Diana Morant con su moralina épica de buenos y malos, pero la batería de escándalos investigados en los tribunales marca la cita e impide definitivamente el plan original. La mañana del sábado, al escribir esto, era algo que admitían algunos conspicuos militantes allí presentes, conscientes de que ya no era el congreso de la aclamación del liderazgo...
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