Durante el verano, el consumo de productos frescos como frutas y verduras es mayor. Sin embargo, en invierno estos hábitos se ven mermados y sustituidos por otro tipo de productos estacionales. En este sentido, las fluctuaciones en el consumo de diferentes alimentos entre estaciones pueden dar lugar a cambios en la composición de la microbiota, es decir, de las bacterias presentes en el intestino, y producir efectos adversos en la digestión y la inmunidad.