La lluvia no estaba invitada, pero fue la primera en llegar este viernes por la tarde al Museo de los Niños. Desde antes de las 3 p. m., el agua y el viento acompañaron a ratos el espectáculo previo a la tradicional iluminación de la fachada de este emblemático edificio. Sin el brillo del Museo no empieza la Navidad en la capital.
En las afueras, había más vendedores de paraguas y capas que de comida. Funcionarios del Museo llegaban, trapeadores en mano, a quitar agua de la tarima y gradería de los invitados especiales.
La asistencia era poca, pero no desmotivaba a los que sí acudieron a la cita. Olga Chinchilla, vecina de Heredia, llegó para ver a su nieto cantar en la tarima. Estuvo ahí desde antes de las 3 p. m. y disfrutó desde el primer momento.
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“Yo vine el año pasado también, pero este año todo está lindísimo, excelente”, manifestó emocionada.
La lluvia tampoco ahuyentó a la familia Mora Angulo, que llegaron de Paso Ancho.
“Estuvimos cerca de no venir y devolvernos, llovía mucho, pero hace un rato se despejó todo y dejó de llover y le dije a mi esposo que viniéramos. Diay, ya habíamos llegado a San José. A ellos (sus hijos de 6 y 8 años) les gusta)”, expresó doña Ana María Angulo, la madre.
A las 4 p. m. los villancicos y bailes navideños calentaron la tarde y levantaron los ánimos, preparando al público para la actividad principal, prevista para las 7 p. m. Será en ese momento, cuando más de 4.000 bombillas iluminarán la fachada hasta el 6 de enero.
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La noche, como es usual en esta época, cayó temprano. A las 5:50 p. m. ya el cielo estaba oscuro, pero la música hizo resplandecer la tarde. El coro Laus Deo llegó con decenas de cantantes y bailarines para dar un pequeño concierto de villancicos tradicionales que pusieron a la audiencia a cantar.
La afluencia no era la de otros años, pero quienes estaban ahí, lo disfrutaron mucho.
“El frío no es nada. El frío no es nada”, repetían los animadores mientras buscaban quienes eran los primeros en llegar.
Heather y Ian levantaron su voz en la primera fila. Contaron que estaban desde las 8:30 a. m. sin importar la lluvia ni el frío de la noche.