Pensaba el alma dormida que con la Navidad se habían dado por satisfechos. En unas pocas décadas, la televisión, el consumo y el avance del nihilismo como una mancha de aceite habían conseguido que la vieja celebración del Nacimiento de Cristo se convirtiera en una campaña comercial o en otra excusa para regalar lo que nadie necesita. La Navidad ya no era el reencuentro con la familia ante una mesa que por muchos alimentos que reuniera siempre tenía mucho más corazón entre los que se sentaban, y mucho menos una misa especial en que las voces se hacían jubilosas y había que besar al Niño Jesús , sino un tiempo agotador de excesos y ritos sin ganas que la desfiguraba...
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