Enric Benito (Mallorca, 75 años) ha acompañado a 5.000 personas en el tránsito a la muerte. Empezó su carrera profesional como un oncólogo de éxito, pero una depresión le hizo ver que su interés y vocación auténticos eran acompañar a los que se iban, aunque en ese proceso no curara a nadie. Este viernes ha presentado en CaixaForum de Madrid la película 'Hay una puerta ahí' , un documental patrocinado por la Fundación Pía Aguirreche, dedicada a la promoción de los cuidados paliativos y fundada por José Galíndez. La cinta, que retrata el nacimiento de una amistad entre un enfermo de ELA y Benito, ha sido elegida este año como mejor película uruguaya a los Oscar. –Usted era oncólogo hasta que descubrió que estaba llamado a hacer otras cosas. –Soy médico, me hice oncólogo y después me di cuenta de que lo que me interesaba realmente no era poner quimioterapia ni abordar tumores, sino tratar a personas en todo ese proceso. Me percaté de que no estaba preparado para ello, porque la Facultad de Medicina no te enseña nada en ese sentido. Por eso exploré de qué iba eso de morirse. –¿Cómo descubrió ese interés? –Con 44 o 45 años tuve una crisis existencial, no era feliz. Había conseguido publicar en revistas americanas, cuando prácticamente no había oncología en España. Tenía una casa al lado del mar, una familia maravillosa, ganaba dinero, dirigía una consulta privada. Pero estaba muy triste, me dieron la baja por depresión. El psiquiatra me recetaba Prozac, pero en realidad no sabía qué me estaba pasando. Para sorpresa de mis amigos y de todo el mundo dejé la oncología y me esforcé en entender cómo es el morir. Desde ese momento he acompañando a cientos de personas en el proceso de la muerte. –¿Y qué ha aprendido? –La muerte no existe como tal. Igual que existe el nacimiento, hay un 'morimiento', son dos procesos. Y el morir está tan bien organizado como el nacer. Solo es preciso saberlo ver. Pero para ello no hay que tener miedo. Cuando te acercas para acompañar sin miedo o pones tu pequeño miedo entre paréntesis para cuidar al paciente, lo que te llevas es un regalo impresionante. –¿Qué aconseja a los familiares que están en la antesala de la pérdida de un ser querido? –Que hagan el favor de no huir. Hay gente que dice: «No quiero ir a ver a mi padre porque deseo tener un buen recuerdo de él». Quien eso proclama se está perdiendo la parte más bonita de la película. ¡Qué lástima! –Se suelen presentar los cuidados paliativos como una alternativa a la eutanasia. ¿Está de acuerdo con esa visión? –De los 5.000 pacientes que he atendido en toda mi carrera, solo cinco pidieron la eutanasia. He trabajado con ellos y ha cambiado su perspectiva. No tengo una posición moral ni religiosa en contra de la eutanasia. Pero sí me parece una burrada que tengamos una ley de eutanasia, que afecta a muy pocos casos, y no tengamos una ley de cuidados paliativos, que concierne a cientos de miles. La eutanasia es una foto barata para los políticos. Es más elegante, más humano y más profesional acabar con el sufrimiento que acabar con la vida. A los médicos no nos han enseñado a trabajar con el sufrimiento. –¿Se puede eliminar el dolor en todos los casos de enfermedad terminal? –Los cuerpos duelen; las personas sufren. El dolor es físico, orgánico, somático, y se va con morfina, fentanilo, metadona... El sufrimiento, en cambio, no es más que el rechazo de la realidad. Cuando alguien se va haciendo mayor descubre que la vida fluye y que lo mejor que puede hacer es aceptar aquello que no puede cambiar. Es entonces cuando se deja de sufrir. –Hay veces en que el tratamiento deja de tener sentido. ¿Qué hacer entonces? –A veces los médicos se obsesionan con la enfermedad, prescriben quimioterapia una y otra vez. Pero en lugar de eso hay que procurar que una persona tenga una habitación individual, espacio para estar con los suyos, un buen control de síntomas, información honesta sobre lo que está pasando, apoyo emocional. No hay nada más que hacer. –¿Cuán extendidos están los cuidados paliativos en España? –En este momento en España hay más de 80.000 personas que mueren sin tener acceso a cuidados paliativos. En un país desarrollado se necesitan dos unidades de cuidados paliativos -una hospitalaria y otra domiciliaria- por 100.000 habitantes. España tiene una media de 0,6. –¿Cómo son las emociones que acompañan a la muerte? –Las personas llegan a este final como han vivido. Si lo han hecho de forma generosa, se van también así, pero si han vivido asustadas, al final se van de la misma forma. La muerte es aceptar la realidad para poder trascenderla. Si luchas contra lo que no puedes cambiar, acabarás sufriendo.