Parecía que la Copa América estaba predestinada a seguir en España, ya fuera en Barcelona o en Valencia, pero el destino es caprichoso y, como la vida, todo puede cambiar de un día para otro y casi sin saber cómo ni por qué. Vayamos por partes. Barcelona ha organizado una gran 37ª Copa América, de esto creo que no hay demasiadas dudas. Luego se podrá discutir si lo que se vendió al principio en cuanto a retorno acabó siendo real o no. Ya se sabe que cuando hay una manifestación los datos de los convocantes y los de la Policía acostumbran a diferir ostensiblemente, esto es así siempre. Lo que sí es seguro es que los 45 millones de dinero público invertidos han tenido un retorno positivo y multiplicado, y esto lo saben los políticos. El tema en Barcelona de renunciar a la Copa América no fue económico, sino político. Cuando Dalton se fue a ver a los representantes municipales se dio de bruces con la realidad, y esta no es otra que el hecho de que Collboni tenga que ceder ante los antisistema de la CUP y los Comunes, con la colaboración de Esquerra. Y ni así, por ahora, le van a aprobar los presupuestos. A partir de ahí se abría la opción de Valencia, que también gustaba. En la capital del Turia tan sólo les faltaba encender la mascletá para dar la bienvenida a míster Dalton, que ya se había dejado querer. Y cuando todo parecía encarrilado, llegó la DANA, que sacó a relucir la incompetencia política, y que se ha llevado también la Copa América por delante. La alcaldesa Catalá echa balones fuera. Claro, son políticos, y no son capaces de mirar al día después de la reconstrucción y sólo piensan en su rédito electoral. A lo mejor, una Copa América dentro de cuatro años tampoco sería tan mala idea, porque la vida sigue. Mientras, Dalton sigue esperando una señal.