El avance reciente de la historiografía sobre la edad moderna española e hispana merece el calificativo de espectacular. No solo sabemos mucho más, sino que la calidad de lo que ahora conocemos resulta deslumbrante. A diferentes escalas —monarca, dinastía, corte, municipios, corporaciones— el cambio ha sido equivalente a una mutación. Lo cual, dicho sea de paso, para un periodo de supuesta quietud, el «antiguo régimen», anterior a las revoluciones decimonónicas, cuando decían que no ocurría casi nada, encubre un contrasentido. El error era de percepción. Los planteamientos y demandas de historiadores y lectores solían ser localistas o nacionalistas. Las escalas geográficas se limitaban al territorio patrio, o al continente de origen. Uno de los elementos más dañinos de esos enfoques...
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