Una escultura y monumento de carácter público , que se encuentra en el interior del cementerio municipal de San Rafael ha resultado de interés y atractivo turístico del municipio cordobés de Cañete de las Torres. Principalmente, los días nublados tiene un peculiar efecto óptico por el que parece que se unen el cielo y la tierra, el paraíso celestial con el terrenal: una metáfora hecha realidad. Es una obra de 2014 y que se ha convertido en un lugar de paz y reflexión recomendado al atardecer. De hecho, fue premiada en 2019 como mejor monumento del Concurso de Cementerios de España, de la revista 'Adiós Cultural'. Sin embargo, este ha sido casi el último monumento del pueblo, con apenas una década desde su construcción, y que ha venido a sumarse a los espacios arquitectónico, con siglos de historia, y que despiertan la atención de los turistas. Sobre una fortaleza musulmana, levantada sobre una construcción romana, se edificó, en la primera mitad del siglo XIV, un castillo. De la parte exterior, se conserva en el este la torre principal, restos de muro en diversas zonas, una antigua torre situada en la esquina norte (recién restaurada) y vestigios de la cimentación de otra torre ubicada en el centro del muro occidental. Cuenta con antiguos pasadizos subterráneo s, dotados de galerías intercomunicadas y adentrándose hasta la plaza de España y a otras casas construidas alrededor de la fortaleza. La Torre del Homenaje destaca sobre todo el conjunto, a la que se accede por un arco de herradura elevado. Es el acceso al Museo Etnográfico, que fue la vivienda perteneciente a la Casa de Aguilar . Está catalogado como Bien de Interés Cultural del Patrimonio Histórico Andaluz. Otro de sus monumentos es la Ermita Madre de Dios , dedicada a María Santísima del Campo, y construida en el siglo XIII con motivo de su aparición. El templo actual pertenece al siglo XVI. El exterior es de grandes muros lisos blancos, con una portada sencilla de piedra, formada por un arco de medio punto y frontón partido. Actualmente no se visita. Y el Barrio del Huerto Francés, que cuenta la leyenda que recibe este nombre porque fue un galo quien lo creó a través del cultivo de diferentes productos. Décadas después, la zona adquirió cierto carácter urbano. Con el paso de los años, desapareció y en 2015 el Ayuntamiento decidió hacerlo resurgir de sus cenizas. Se repararon las paredes, de colores blanco y azul, y sigue acogiendo a los vecinos que se implicaron en su recuperación. En poco tiempo ha recibido varios reconocimientos por su carácter pintoresco.