En 2026, año inicialmente previsto para la finalización de unas obras que la pandemia dejó sin calendario definitivo, una gigantesca cruz de cerámica esmaltada, 17 metros de altura y más de 200 toneladas de peso, ya transformará para siempre el 'skyline' de Barcelona y coronará, ahora sí, la torre más alta de la Sagrada Familia , la de Jesucristo. Será el momento en que la obra magna de Gaudí, esa Biblia de piedra que lleva esculpiéndose en el centro de Barcelona desde 1882, alcance su máxima altura, sólo unos metros por debajo de Montjuïc (la obra del hombre, defendía Gaudí, no puede superar la divina), y emprenda el último tramo del viaje, el de la eternidad. Será entonces también cuando, una vez más, las palabras de Gaudí vuelvan a resonar con fuerza atronadora («vendrá gente de todo el mundo a ver lo que estamos haciendo», dejó dicho el arquitecto) y el número de visitantes se multiplique. ¿El reclamo? La iglesia más grande del mundo, ni más ni menos. También, o sobre todo, la posibilidad de asomarse al cielo de Barcelona a 172,5 metros de altura, ya que la cruz que rematará la torre de Jesucristo será también un mirador con capacidad para 11 personas. Las ventanas constarán de tres capas de vidrio curvado y laminado, con texturas y pirámides mecanizadas y pulidas. Se prevé que a finales de este mismo año se coloque el último panel de la torre, el duodécimo, para iniciar la última parte de la torre, el terminal de la cruz. En 2025 está previsto también que se construya la capilla de la Asunción. Para entonces, la basílica aún no estará terminada y es más que probable que la fachada de la Gloria, última pieza de este rompecabezas gaudiniano, le queden aún unos cuantos años de comisiones teológicas, enredos vecinales y diálogo municipal, pero eso nunca ha sido problema para que la Sagrada Familia cuente los visitantes por millones. En 2023, sin ir más lejos, pasaron por el edificio 4.707.367 visitantes, cifra que se acerca a los registros prepandemia (en 2019 se batieron todos los récords con 4.717.881 visitantes) y que supone una recuperación progresiva respecto al 2022, cuando entraron en la Basílica 3.781.845 personas. Y es que, por más que el covid paralizase las obras y dinamitase cualquier previsión de finalización de las mismas (la idea original en concluir en 2026 , coincidiendo con el centenario de la muerte de Gaudí), la Sagrada Familia no ha tardado en situarse de nuevo como imponente reclamo internacional y motor turístico de la ciudad. No sólo es la atracción más visitada de Barcelona y de toda España, sino que hace pocas semanas fue proclamada como Mejor Monumento del Mundo en los premios Tiquets. Un galardón que no hace más que confirmar el tirón de un edificio que, como recuerda Xavier Güell en la biografía 'Yo Gaudí', fue la obra de toda una vida. Un incesante 'work in progress' que suma ya más de 140 años y que ha conseguido finalizar 13 de las 18 torres que proyectó Gaudí. En estos últimos años se han añadido vistosos remates como la estrella luminosa que corona la torre de María y los tetramorfos correspondientes a las torres de los evangelistas. Con la cruz de la torre de Jesús , la Sagrada Familia no sólo estará más cerca del cielo, también de llevarle la contraria a su creador, que llegó a decir que era imposible acabarla. «Todas las cosas que han tenido larga vida crecen despacio y con interrupciones», aseguró el de Reus, anticipando el accidentado devenir de un templo expiatorio levantado para un cliente sin prisa y consagrado, al menos en origen, como catedral de los pobres. «Con más pobreza resulta más elegante, porque la elegancia no se presenta rica y abundante», diría el arquitecto. La historia del gran icono de Barcelona se remonta a 1874, cuando una organización local empezó a hacer campaña para la construcción de un templo en honor a la Sagrada Familia y el arquitecto Francisco de Paula del Villar trazó las primeras líneas del proyecto. El 19 de marzo de 1882 se colocó la primera piedra. La idea original era replicar el Santuario della Santa Casa de Loreto, pero en cuanto Gaudi asumió la dirección de obras en 1883 imprimió su sello y fundió modernismo y gótico para simbolizar la conexión entre lo celestial y lo terrenal. En el interior, grandes ventanales y columnas arbóreas de altura imponente. En el exterior, una Biblia de piedra, con dos fachadas dedicadas al Nacimiento y la Pasión de Cristo y un portal de la Gloria como imponente puerta de entrada. Consagrada en 2010 por el papa Benedicto XVI , la Sagrada Familia tampoco ha sido ajena a la polémica durante todos estos años: en 1965, artistas como Oriol Bohigas, Le Corbusier, Miró, Tàpies y Coderch o Pevsner pidieron por carta dejar la obra inacabada y en 1990, la intervención en la Fachada de la Pasión de Josep Maria Subirachs, con esas esculturas de trazos angulosos y agónicos, levantó no pocas ampollas. La turistificación creciente del templo (con la consiguiente tensión vecinal) y el eterno debate de si las obras actuales siguen las indicaciones de Gaudí o tienen algo de improvisación son las claves de futuro de una iglesia que, convertida ya en emblema de Barcelona, no tardará en acariciar ese cielo al que se encomendó su creador.