Los radares, originalmente desarrollados como herramientas militares en la Segunda Guerra Mundial, son hoy un componente fundamental de la vida moderna. Su aplicación abarca desde la meteorología hasta la navegación marítima y el tráfico aéreo. Sin embargo, es en las carreteras donde estos dispositivos suscitan una percepción ambigua: mientras las autoridades destacan su función preventiva, muchos conductores los consideran un obstáculo más que una ayuda.
Aunque la visión popular suele pintarlos como recaudadores de fondos para la Dirección General de Tráfico (DGT), los radares cumplen el propósito de prevenir accidentes al obligar a los conductores a respetar los límites de velocidad, especialmente en tramos peligrosos. Contrario a lo que se piensa, estos dispositivos no sancionan de inmediato cualquier exceso, ya que operan bajo la norma conocida como la "regla del 5 y 7", que otorga un margen de tolerancia.
La regla del 5 y 7 contempla posibles márgenes de error en los radares. Según esta norma, los radares fijos aplican un margen de 5 km/h o un 5% sobre el límite, mientras que los móviles cuentan con un margen mayor, de 7 km/h o un 7%.
Por ejemplo, si un radar fijo controla un tramo con un límite de 90 km/h, solo emitirá una multa cuando el vehículo supere los 95 km/h. En una autopista con un límite de 120 km/h, el radar se activará a partir de 126 km/h. Los radares móviles, por su parte, son más flexibles: en el primer caso, dispararían a 97 km/h y en el segundo, a 128,4 km/h.
La mayor tolerancia en los radares móviles responde a las condiciones en las que funcionan. A diferencia de los radares fijos, que están instalados en ubicaciones estratégicas y funcionan bajo parámetros controlados, los móviles están sujetos a variaciones en el ángulo, distancia y movimiento.
Para evitar sorpresas desagradables, los expertos recomiendan circular siempre ligeramente por debajo del límite permitido. Esto se debe a que los velocímetros de los vehículos no siempre muestran una velocidad exacta, pudiendo variar ligeramente respecto a la real. En este sentido, es útil confiar en sistemas GPS, que suelen ofrecer mediciones más precisas.