Hace apenas tres semanas, Neruda Céspedes Mora participó en una ultramaratón de 100 millas en Puerto Vallarta, México, por lo que actualmente se encuentra en su fase de recuperación.
El lunes, mientras atendía su sembradío de cebolla en Chirracal de Santa Ana, leyó en su celular las noticias del accidente aéreo de una avioneta que se precipitó cerca, entre los cerros Rabo de Mico, Pico Alto y Pico Blanco, en la cadena montañosa de Escazú.
El experimentado atleta, quien entrena precisamente en ese sector para sus competencias en Europa y América del Norte, no lo pensó dos veces y se unió a los grupos de búsqueda para colaborar. Participó activamente en el rescate de Paola Amador Segura y, además, subió nuevamente al lugar del impacto de la avioneta para ayudar en la extracción de los cuerpos de las cinco víctimas.
“Fue un trabajo en conjunto de la Cruz Roja, los Bomberos y baqueanos. Todas las entidades se sumaron a la búsqueda. Yo solo aporté mi granito de arena con la experiencia de conocer el terreno. Pensé en los familiares que estaban preocupados por sus seres queridos y los duros momentos que estaban pasando. Sabía que el tiempo era primordial para encontrar a las personas con vida”, comentó Céspedes.
Neruda, quien superó un cáncer linfático hace 13 años, se presentó en el lugar y explicó que tenía conocimientos del terreno y experiencia como voluntario.
Fue asignado a una brigada y ascendió por el sector conocido como la Ventolera, llegando a la cima del cerro Pico Blanco. De allí bajaron hasta la avioneta, ubicada entre los cerros Rabo de Mico y Pico Alto, tras caminar seis kilómetros en aproximadamente tres horas. En el lugar, apoyaron al primer grupo que había divisado la aeronave que se había estrellado a las 12:30 p. m. y que se encontraba preparando el rescate de Paola Amador. A ella se llegó a las 8:45 p. m. de ese día. Estaba atrapado en su asiento, en la segunda fila. El resto de los ocupantes, fallecidos, salieron expulsados de la cabina cuando se dio el impacto.
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“Como conocía la ruta más segura, y siendo de noche, fui al frente de las brigadas para guiar el descenso por los senderos y colaborar con el traslado de Paola Amador, una vez que fue estabilizada. El descenso era de aproximadamente seis kilómetros hasta el campamento base, desde donde fue trasladada en ambulancia al hospital”, relató Céspedes.
La travesía, que se inició alrededor de las 2 a. m., fue complicada debido a los senderos angostos, cubiertos de maleza, barro y arbustos, sumados al frío de la noche y las bajas temperaturas. Avanzaron con cautela debido a la condición de la paciente.
El agricultor santaneño recuerda que Paola Amador estuvo consciente en todo momento, respondiendo a las preguntas de los rescatistas, aunque se quejaba de dolores mientras era trasladada. Ella se mantenía estable, respondiendo a los estímulos y consultas, mientras el sol poco a poco iluminaba el camino entre los árboles. A las 6:05 llegaron a una trocha donde la esperaba un vehículo para llevarla al hospital San Juan de Dios.
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Con Paola Amador a salvo y bajo el cuidado de los médicos, Neruda Céspedes decidió subir por segunda vez al lugar del siniestro para colaborar en la extracción de los cuerpos de las cinco personas fallecidas.
Acostumbrado a las jornadas interminables de las ultramaratones, donde no se descansa, sin importar si es de día o de noche, Neruda se tomó “un fresquito”, comió unas galletas y emprendió el ascenso nuevamente. Al conocer bien el terreno, tardó tres horas en llegar otra vez a la avioneta, poniéndose a disposición de los rescatistas, a quienes describe como verdaderos héroes.
“A eso de las 6:30 a. m. empecé a subir con otra brigada. Junto a los socorristas, comenzamos a preparar los cuerpos para el descenso por el sector de Tarbaca. Como conocía los senderos, nuevamente fui al frente y, junto a los rescatistas, nos relevamos para trasladar los cuerpos con el debido respeto y responsabilidad. Tardamos otras tres horas y los entregamos a las autoridades correspondientes”, explicó Céspedes.
Después de cumplir con su labor, Neruda decidió regresar a su hogar en Chirracal de Santa Ana, atravesando la montaña, ya que era la ruta más rápida para él.
“Es un placer poder servir y saber que esas familias ya pueden tener los restos de sus seres queridos en un momento tan difícil. Creo que actuar con rapidez ayudó a mitigar un poco el dolor de la situación que estaban viviendo. La verdad, el trabajo de la Cruz Roja y los Bomberos se hizo de la mejor manera, y yo solo puse mi granito de arena. Es mi espíritu de ayudar”, concluyó Céspedes.